Por Azalea Robles
Juan Manuel Santos, de la familia oligárquica Santos, dueña de un imperio económico, de mass-media y de incontables tierras en Colombia, fue repudiado el 14 de abril 2010 por los valientes estudiantes de la Universidad de Cali (1). Desde entonces varios estudiantes están amenazados y en peligro de ser víctimas de montajes judiciales, o incluso de ser asesinados por la herramienta paramilitar del gran capital.
Juan Manuel Santos dejó su cargo de ministro de defensa para ser candidato a la presidencia de Colombia; ha ocupado puestos en la administración narco-paramilitar de Uribe Vélez, y es repudiado por el pueblo colombiano por el horror de los “falsos positivos”, entre otros asesinatos y auto-atentados macabros del régimen colombiano.
· Los “Falsos positivos” son una monstruosidad que harían llorar al verdadero muñeco Chucky
Los falsos positivos son asesinatos de niños y jóvenes por parte del ejército colombiano, para después mediatizar sus cadáveres como “guerrilleros dados de baja en combate” (2).
Miles de jóvenes han sido atraídos con promesas de trabajo, o secuestrados para luego ser asesinados y presentados, con la complicidad de unos mass-media que en Colombia son los voceros del ejército estatal, como: “guerrilleros dados de baja en combate”.
Muchos de los asesinados habían sido declarados como desaparecidos por sus familias y “aparecían” televisados en un montaje: en varias ocasiones la escenificación hecha por los militares ha sido tan burda que los mismos mass-media hubieran podido no acatar su parte del montaje... En ocasiones el impacto de las balas en la carne de las víctimas había traspasado “milagrosamente” la tela de los uniformes sin provocar agujeros en la tela… O sea que era más que evidente que los habían disfrazado después de asesinarlos. Pero incluso estas evidencias no fueron suficientes para que los mass-media investigaran. Es gracias a la insistencia de los familiares que se da a conocer esta barbarie.
Sin embargo, la impunidad reina, pues atreverse a denunciar al Estado es atraerse la muerte o la cárcel: así lo ha dejado claro el Estado mediante sus sicarios paramilitares y sus montajes judiciales. Por denunciar los “falsos positivos” ya han asesinado a varios familiares denunciantes. Carmenza Gómez Romero tenía tres hijos; al primero (Víctor Fernando) lo asesinó el Estado para sus montajes de “los falsos positivos”, y al segundo (John Nilson) lo asesinaron por denunciar. Fue abaleado el 4 de febrero de 2009, el día en que debía tener un encuentro para la investigación sobre el homicidio de su hermano; ya había sobrevivido a un atentado, al ser empujado desde un puente... Tras el asesinato de John Nilson la familia sigue recibiendo amenazas de muerte (3).
Ya son 5000 los casos censados de “falsos positivos”, y las denuncias siguen, así como la práctica misma de asesinar bajo esta modalidad. Los soldados son premiados económicamente según el número de muertos; la Directiva 029 de la Presidencia de Colombia, del año 2005, pone precio a “los guerrilleros muertos en combate”: creando así una dinámica perversa (aún más) en los miembros del Ejército Nacional de Colombia que pueden conseguir primas, días de vacaciones o cambios de destino, presentando "guerrilleros caídos en combate". Además, disfrazar de guerrilleros a los civiles asesinados permite al Estado asesinar a sindicalistas, estudiantes, campesinos (4), y “legitimar” cuanta barbarie perpetre.
Las madres y familiares de los asesinados conocen plenamente el Terrorismo de Estado: además de la desaparición y asesinato de sus hijos y familiares, y de las amenazas por denunciar, contemplan con impotencia cómo los autores materiales e intelectuales gozan de plena impunidad.
Por los miles de “falsos positivos”, y por las implicaciones de Santos en la conformación de paramilitarismo (5), Santos fue expulsado por los estudiantes a los gritos de “¡Asesino!” y de “¡Santos, Paraco, el pueblo está Berraco!”, y no pudo hacer su propaganda electoral en la Universidad de Cali.
· “Me llamaban Chucky”… criminalizando insidiosamente el pensamiento estudiantil.
Santos apareció posteriormente en los mass-media de su familia y de otras familias oligarcas, todos alineados con la mentira que sustenta a un régimen genocida, tratando de tapar la evidencia de haber sido repudiado por las prácticas genocidas, diciendo que: “me llamaban Chucky… Chucky es lo que utiliza Anncol para referirse a mí, las FARC”… (6) http://www.youtube.com/watch?v=to3Dsb7VD6Q
Santos aduce que el hecho de haber sido llamado Chucky por los estudiantes, es una “prueba” de que las FARC “estaban detrás” de su repudio, al afirmar que Chucky es el apodo que le ha puesto Anncol, y que Anncol, según él es las FARC. Ninguna de las tres cosas es cierta. Anncol es una agencia de noticias independiente que critica al régimen colombiano, y que publica noticias que los mass-media silencian: por eso el régimen la criminaliza e intenta sabotearla y desprestigiarla sin cesar, como lo hace con todas las voces disidentes. Tampoco es cierto que el apodo de Chucky haya sido inventado por Anncol; es un apodo que le ha puesto el pueblo colombiano, una “voz popular”, uno de esos apodos que hacen reír y pensar a la vez… porque hace referencia a un muñeco monstruoso y asesino de una película de terror y eso es una metáfora para referirse a Santos por los crímenes de lesa humanidad cuya responsabilidad recae en su persona y otros adalides del régimen. Hoy en día, en Colombia circulan centenares de chistes llamando Chucky a Santos: porque la voz de los de abajo no calla su dolor ni en los chistes. También es aberrante pretender que las FARC estuvieran detrás del repudio; el repudio se lo hicieron los estudiantes por lo que ha hecho Santos: es la muestra clara de que los estudiantes no aguantan más al régimen. Decir que las FARC están detrás de su contundente repudio, es poner a los estudiantes en la mira de la herramienta militar y paramilitar del Estado colombiano, ponerlos en grave peligro de ser asesinados.
Los estudiantes no son marionetas de nadie, los estudiantes piensan por sí solos… ¡Sí!... Sí, piensan, del verbo PENSAR: ese acto que bajo el régimen del terror que impera en Colombia es considerado un crimen desde las altas cúpulas del Estado, que buscan a toda costa mantener al pueblo en la ignorancia y la docilidad para seguir saqueando el país, y ofertándolo al saqueo multinacional.
Y como los estudiantes piensan y sienten, el Estado los declara “objetivo militar”. Como los estudiantes piensan y sienten, se dan cuenta de la barbarie y de la criminalidad sin límites instalada en el gobierno de Colombia.
Y repudiar los crímenes de los “falsos positivos”, o repudiar la estrategia paramilitar del estado, o repudiar la estrategia de desplazar a millones de personas mediante las masacres paramilitares y militares, o repudiar que el DAS haga explotar bombas y siembre “pruebas” contra opositores (7), o repudiar la inyección del terror preconizada por los instructores USA, la tortura y la desaparición forzada de 200.000 (doscientos mil) colombianos (8) , tortura y desaparición que a diario continúa, o repudiar las Bases militares USA, se hace desde el pensamiento y el sentimiento… Y no por hacerlo, el que lo haga es de las FARC o del ELN…. ¿Cómo no entienden eso los oligarcas como Santos? O mejor dicho sí… sí que lo entienden muy bien, pero usan la estigmatización por ellos mismos creada para neutralizar el pensamiento crítico y la empatía social.
Con la estigmatización del pensamiento crítico el régimen colombiano mantiene encarcelados a 7.500 presos políticos (9), muchos de ellos en condiciones de tortura extrema (OMCT).
· Impedir el pensamiento y la empatía para reinar eternamente
Los oligarcas no quieren gente pensante. Quieren un país de narcos instalados en la presidencia (10), quieren que la CIA siga cosechando los dineros del Narco, mientras Colombia pone los muertos y es fumigada en la pantomima de la “lucha contra el narco” adelantada por… por… ¿los principales narcos?... Quieren un país de paramilitares enardecidos por las masacres (11), el alcohol y la estupidización ultra religiosa inyectada por una iglesia cómplice que los exculpa y los fanatiza llevándolos a asesinar no sólo a todo el que piense en la reivindicación social, sino incluso a todo aquél que se salga mínimamente de la normativa (asesinan atrozmente a homosexuales y lesbianas (12))… Los oligarcas no quieren gente que piense: quieren un país dócil y atemorizado por miles de paramilitares que regentan prostíbulos de niñas y violan a las estudiantes rebeldes, o “rojas” o “guerrilleras”, como dicen ellos... Miles de paramilitares que fueron un día jóvenes del pueblo, y hoy son unos pequeños monstruos fascistas que descuartizan vivas a las personas, que las queman en hornos crematorios y las arrojan a sus criaderos de caimanes (13); paramilitares henchidos de religión, machismo, anticomunismo, que depredan al pueblo colombiano, bajo la siniestra sonrisa de sus amos de la oligarquía, para quienes despejan el país de reivindicación social.
La oligarquía reina en su feudo sobre millones de siervos merced a la ignorancia y la alienación inyectada por los mass-media que normalizan los valores depredadores e individualistas que imponen sus dueños. La normalización de toda una red de prejuicios y mecanismos de discriminación normaliza el clasismo que legitima la existencia de una élite por encima de los demás. En cada ser humano pisado y humillado debe cortarse de cuajo la inquietud ante la injusticia. En cambio, debe llevársele a defender a los que lo pisan; para ello le dan el mezquino “privilegio” de poder desahogarse con los que están más abajo en la pirámide. Sin duda este mecanismo perverso es el que explica la saña de las torturas paramilitares.
· Niñas prostituídas: entre saqueo, empobrecimiento y privilegios feudales para un puñado
Los oligarcas quieren un país de niñas convertidas en silicona andante y prostituídas a los capos de la droga, o las quieren en las casas de la oligarquía, en sus orgías de espanto… Quieren a las niñas campesinas sin futuro en un campo empobrecido por las fumigaciones, por la minería multinacional, y devastado por las masacres de paramilitares y militares; las quieren con hambre y con miedo en los ojos, malviviendo en los cinturones de miseria de las grandes urbes para que las puedan utilizar de sirvientas… Niñas de 10, 12, 13 años que tendrán trabajando en las casas de la clase media-alta cómplice y de la oligarquía, haciendo de todo: incluso servirle al “señorito” o al “señor de la casa” para que pueda “desahogar su hombría”… Y necesitan mantener esa cantera de niñas esclavas: para poder echarlas a la mínima muestra de insumisión, o cuando queden embarazadas de los desfogues del señorito de la casa.
La injusticia social permite a los oligarcas alimentar permanentemente la cantera de esclavizables. Utilizan el terror para asesinar cualquier germen de emancipación que pueda llegar a privarlos de sus privilegios feudales.
El 68% de la población de Colombia vive en la pobreza e indigencia. La concentración de la riqueza es escandalosa: Colombia es el 11º país con más desigualdad social del mundo (puesto número 11 de coeficiente GINI de desigualdad), y es el país más desigual del continente americano. Hablamos de que hay, según las cifras más clementes, 8 millones de indigentes y 20 millones de pobres (14). Mueren anualmente más de 20 mil niños menores de 5 años por desnutrición aguda (cifras de UNICEF), de cada 100 madres desplazadas gestantes, 80 padecen desnutrición crónica (15). Simultáneamente, y correlativamente a esta miseria, un solo banquero, Sarmiento Angulo, controla el 42% del crédito nacional y declaró ganancias de 1.250 millones de dólares en el último bimestre de 2009. (16)
· Cerebros infantiles desnutridos y atrofiados nunca tendrán la posibilidad de recuperarse, pero los negocios van viento en popa
Paul Martin, representante de UNICEF para Colombia, tras exponer de qué manera el desarrollo cerebral de un niño se ve atrofiado por la desnutrición, hacía una pregunta clave en una rueda de prensa en mayo de 2009: “La pregunta que nos debemos hacer es: ¿Queremos un país de niños bien alimentados con cerebros capaces de aprender? ¿O una nación de cerebros desnutridos y atrofiados (…)?” (17) Su pregunta era retórica, pues se espera que ante una pregunta semejante todo ser humano sea contundentemente partidario de un país de niños alimentados, con cerebros no atrofiados; pero el mecanismo capitalista implica que para los grandes empresarios sea más importante inflar sus fortunas personales que respetar la salud de millones de seres humanos.
La exposición del representante de UNICEF es muy ilustrativa de los efectos de la guerra económica:
“Tenemos 12% de los niños de Colombia con un problema de desnutrición crónica (…) Van a sufrir física y mentalmente: nunca este 12% va a tener la oportunidad de contribuir con el 100% de su capacidad humana para el desarrollo del país. ¿Por qué? Porque sabemos que el 90% de la capacidad del ser humano se desarrolla en sus primeros 3 años, y sabemos que los niños o niñas que están desnutridos antes de la edad de 3 años nunca serán capaces de recuperar esta parte de su capacidad humana. (…) En una radiografía del cerebro de un niño bien nutrido se puede ver que el cerebro es muy denso, con muchas interconexiones; y junto a él, el cerebro de un niño con desnutrición severa se ve delgado, se pueden ver los agujeros, incluso en el área del cerebro en sí, esto es el daño físico causado por la desnutrición que no puede ser recuperado.”(17)
Pese a estas advertencias, las grandes fortunas nacionales y multinacionales han seguido creciendo exponencialmente en Colombia, gracias al despojo de millones de campesinos de sus tierras, de la privatización de la salud y demás servicios, del cobro de intereses usureros, del encarecimiento de los productos de primera necesidad, del pago de salarios de miseria, del establecimiento de zonas francas, de la utilización del erario público para la financiación de la banca y del gran latifundio (caso Agro Ingreso Seguro (18)), etc. Las ganancias en Colombia le han resultado tan jugosas a la oligarquía en el último periodo (mientras la mayoría del pueblo era sumida en la miseria) que los billonarios Mario Santo Domingo y Sarmiento Angulo, ambos del privilegiado grupo de los 1.125 billonarios del mundo, aumentaron vertiginosamente sus fortunas. Santo Domingo posee 6.000 millones de dólares: ganó 2.000 millones de dólares en el último año, y ascendió al puesto 123 de las fortunas más enormes del planeta. Por su parte, Sarmiento Angulo, principal accionista del Grupo Aval, dio un salto de 150 puestos en la lista de los ricos más enriquecidos del planeta, al pasar del puesto 285, al 135, con una fortuna de 5.600 millones de dólares: incrementó en el último año su fortuna en 3.200 millones de dólares (19). Celebran sus ganancias sobre un país convertido en campo de concentración, al que no le faltan los hornos crematorios ni las fosas comunes de las víctimas (20).
Mientras la oligarquía festeja sus ganancias, millones de niños verán sus esperanzas de desarrollo y futuro truncadas por el empobrecimiento masivo, correlativo a la acumulación de capital en pocas manos.
Ante este panorama de desigualdad y de empobrecimiento crítico, la reivindicación social es una necesidad, pero la respuesta del Estado y los grandes monopolios es incrementar el Terror a la par del empobrecimiento. Colombia es el país del mundo más peligroso para un sindicalista: miles de sindicalistas han sido asesinados por el Estado mediante su estructura militar y paramilitar. Miles de cadáveres de opositores, campesinos, estudiantes, sindicalistas, líderes populares, están enterrados en fosas comunes por toda la geografía colombiana. Recientemente se descubrió en Colombia la mayor fosa común del continente americano, atroz descubrimiento que ha sido casi totalmente invisibilizado por los mass-media en Colombia y el mundo (21). Contiene los restos de al menos 2.000 personas. Los pobladores de la región, alertados por las filtraciones putrefactas de los cadáveres a las aguas de beber, ya la habían denunciado en varias ocasiones, pero había sido en vano… pues la Fiscalía no procedía a investigar. Fue gracias a la perseverancia de los familiares de desaparecidos y a la visita de una delegación británica observadora de la situación de derechos humanos en Colombia, en diciembre de 2009, que se logró destapar este descomunal crimen perpetrado por los agentes militares de un Estado que les garantiza impunidad: desde 2005 el Ejército había enterrado allí a miles de personas, sepultadas sin nombre.
Las masacres han sido usadas por el Estado para paralizar la reivindicación social, y para lograr el desplazamiento masivo de poblaciones: de esta forma ha desplazado de sus tierras a más de 4,5 millones de personas (22), que han abandonado más de 10 millones de hectáreas (23). Tras los bombardeos y las masacres, las tierras son entregadas vacías de sus habitantes a la codicia de las multinacionales y terratenientes, que son co-financiadores del paramilitarismo.
· Montañas muertas y ríos envenenados ven desfilar aberrantes soldados que defienden a quien los pisa
Los oligarcas quieren a los jóvenes del pueblo en su ejército de muerte, los enrolan cambiándoles sus vidas por una beca de estudio para uno de sus hermanos, por una promesa de ayuda a la vivienda, por la operación que les hace falta para salvar a un familiar… los enrolan a cambio de darles las migajas de lo que la misma oligarquía y las multinacionales, sus socias en la rapiña, le han robado al país. Los enrolan a cambio de darles algo de lo que son derechos básicos del ser humano: Salud, Vivienda, Educación… esos básicos que se han encargado de convertir en un privilegio inaccesible para las mayorías… a menos que acepten ser su carne de cañón…
Enrolan a los muchachos por tandas de decenas de miles en el ejército, en una maquinaria de moler vidas, aceitada por la injusticia social… (24) Los enrolan mediante el mecanismo del servicio militar obligatorio, al que difícilmente pueden sustraerse ya que sin la Libreta Militar no pueden graduarse, ni ser empleados; y a los que escapan los cazan mediante redadas en zonas urbanas y rurales. Luego los cooptan mediante el chantaje abyecto que se basa en sus necesidades económicas. Así, los jóvenes del pueblo, arrinconados por la necesidad, serán los soldados del ejército que protege a quienes excluyen a ese mismo pueblo de una vida digna. Soldados incongruentes al servicio del saqueo y del empobrecimiento en el ejército que viabiliza la penetración económica mediante las masacres: un ejército de barbarie que masacra poblados enteros para desposeer a los campesinos. La oligarquía no manda un solo hijo suyo a ser soldado de ese ejército absurdo de empobrecidos que protegen a los enriquecidos.
Mientras los hijos de la oligarquía se quedan en sus clubes privados, en sus desfiles de alta costura, o se van a pasear por su amada Europa (ya que a América Latina la suelen deleznar), los hijos del pueblo irán a proteger los oleoductos, las multinacionales, la red vial para que las multinacionales saquen toneladas de carbón, de oro, de níquel, de riquezas por las que no pagan sino irrisorios impuestos: se llevan las riquezas al extranjero, dejando montañas muertas, ríos envenenados, poblaciones masacradas… Los hijos del pueblo serán enrolados en el ejército para proteger las zonas francas, los cultivos industriales de palma aceitera que esquilman el suelo para producir combustible destinado a los vehículos del “primer mundo”, esos megacultivos que son el resultado del despojo de las tierras de subsistencia de millones de campesinos, afro-descendientes e indígenas. Los hijos del pueblo serán enrolados en un ejército que protege la evacuación de toneladas y toneladas de madera de Colombia, miles de árboles asesinados, ecosistemas destrozados, vidas quebradas, que flotan sobre la red fluvial y ruedan sobre la red vial del IRSA… ¡Terrible ironía! El botín saqueado va custodiado por los saqueados… Así asegurado llega hasta los enormes barcos que aguardan con las mandíbulas abiertas a las fronteras del masacrado país… Esta aceitada maquinaria del saqueo, protegida por los propios saqueados, es la estafa magna de los saqueadores… Muchos hijos del pueblo morirán protegiendo todo el aberrante statu quo de injusticia social que los esclaviza. Los oligarcas en Colombia quieren su feudo para siempre, y quieren a todo el pueblo empobrecido hasta la médula mientras cuentan su fortuna amasada a través de masacres y ecocidios…
Pero los estudiantes están claros, ya lo ven los oligarcas: ni la desaparición de 200.000 personas por la herramienta paramilitar y militar del Estado puesto al servicio del gran capital ha logrado aniquilar el pensamiento digno. Los estudiantes le gritaban esto al señor Santos: “¡por el dolor de cada madre que perdió su hijo en los “falsos positivos”: asesino fuera!”
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