Sean Penn
Son numerosas las desventajas de ser un escritor sobre el que a menudo escriben. Comencé con una llamada entusiasta a mi madre, de 81 años; esperaba compartir mi entusiasmo por un trabajo en el exterior. “Hola mamá…”. “Ya sé”, dice, “Estás en Júpiter, está en todo el Internet. ¡Dicen que estás retozando con el presidente del planeta! ¡Dicen que es anti-Tierra! Sean, ¿por qué tu cabello sale tan grande en las fotos?”. Pensé: “¿Falta de gravedad?”. “¡Eso fue lo que dijo Hannity[1]!”, dijo mi madre. Parece que las películas estadounidenses son muy populares en lugares lejanos, y uno debe bailar un poco para evitar historias más hiladas que la verdad que uno intenta contar. Sin embargo, también hay grandes ventajas.
He pasado gran parte de mis 48 años expuesto al ojo público en diferentes grados y en muchas ocasiones me he sentado en la fila del frente de la cultura popular y política. Puedo hablar de primera mano, y hasta he sido testigo, de medios a menudo mentirosos, imprudentes y satanizadores. Sí, en muchos casos, el humo sería una señal precisa de fuego, pero el hecho es que nuestros más respetados medios impresos y televisivos son, en parte, fabricadores conscientes de engaños. En un caso, tengo evidencia fotográfica. Apareció ampliamente en las noticias que había comisionado a mi propio fotógrafo para autopromocionar mi participación en Nueva Orleáns junto a muchos otros voluntarios tras la desgracia de Katrina. Sencillamente, eso no sucedió así. Si bien la noción de autopromoción no se me ocurrió, más tarde lamenté no haber tomado algunas fotos de la devastación que vi. Probablemente llevaré a alguien conmigo para documentar la próxima cagada de los medios o del gobierno. Mientras tanto, reto a cualquiera a buscar las pocas fotos que fueron tomadas por los foto-reporteros que se han tropezado conmigo, y a encontrar una sola que haya pasado la prueba de mi escrutinio narcisista. Pero un beneficio mayor a la perspectiva ofrecida por este espectador sentado en la fila del frente es que ser una figura pública, que incluye una mente abierta a las cualidades de otros países, puede brindar un acceso impresionante.
¿Quién lo hubiese pensado? Ahí estaba yo con el cabello más largo del planeta. Oh yeah. Un cabello largo, largo. Eso pasa en el trópico, crece, y crece bastante. Y ahí estaba yo con mi largo cabello estadounidense buscando la fe en la democracia de mi país en el lugar más inverosímil. Sentado en el Salón de Protocolo en el Palacio de Convención del distrito Miramar en
En lo que pensaba sería una breve entrevista, saqué de mi bolsillo los restos cada vez más reducidos de mi pequeña libreta de notas. Una vez más, Castro sonrió y me pasó una nueva libreta. Pasaríamos juntos las próximas siete horas.
Dos semanas antes
Luego de haber pasado varios canales, vi en CNN la disertación de Glenn Beck sobre el colapso de Wall Street. Según el autoproclamado “pensador”, no hubo peros ni condiciones al respecto. El fracaso de Wall Street “no fue un fracaso del capitalismo de libre mercado”, sino más bien de la “avaricia”. Recuerdo a un grupo de “pensadores” negros y blancos en mis días de escuela que utilizaban un discurso superficial en para llamar la atención. Y al igual que ellos, Glennie ignoraba la manera de atraer la máxima atención. El capitalismo de libre mercado y la avaricia en las manos de los humanos son, de hecho, un matrimonio que no puede escaparse del demonio. Son un solo cuerpo. Podemos decir que Ronald Reagan marcó el final de la era Roosevelt, y quizás, que Barack Obama podría marcar el fin de la era Reagan. Pero históricamente, nuestro sistema ha sido un columpio, llegamos hasta arriba y luego bajamos, casi colocando los pies sobre la tierra, luego nos columpiamos hacia arriba otra vez de cara al viento, pero cuando bajamos nunca lo hacemos lo suficiente como para recoger a los hombres y mujeres en el piso. Es un ciclo humano sujeto a un ciclo monetario. Pero con la explosión poblacional mundial, parece que ponemos la cadena y el asiento más alto en cada ciclo. Cada vez se quedan más personas debajo del columpio. En los últimos días de la campaña presidencial de este año, la protesta de la derecha y el llamado de la izquierda han rejuvenecido los miedos, las posibilidades, los valores y la necesidad de considerar aspectos del socialismo.
Como estadounidenses, somos ciudadanos de una sociedad compleja, y la aspiración, al menos, es pensar con la complejidad que la iguale. En el mejor de los tiempos, en mi vida como estadounidense, ha habido muchos Estados Unidos. Está el Estados Unidos de la elite rica y corporativa, un Estados Unidos de las clases media y media baja, y los millones de pobres, plagados de desempleo, educación inadecuada, salud inadecuada o inexistente, prejuicios raciales, y una filosofía económica de gotera, donde lo que gotea cae y se recicla antes de llegar al fondo. Es lo que, en mi primera reunión con el presidente de Venezuela Hugo Chávez, el describió como “una sociedad insostenible”. ¿Debería nuestro país temer al socialismo mientras avocamos ciegamente por el capitalismo? ¿Existen modelos de economías sustentables? ¿Preferimos la insustentabilidad para cambiar, si cualquier aspecto de ese cambio puede ser definido como “socialista”?
Un 11 de septiembre, día martes, Estados Unidos financió el golpe que derrocó y asesinó al líder socialista democráticamente electo de Chile, Salvador Allende, en 1973. Y nuestro ilustre secretario de Estado, Henry Kissinger, celebró “la victoria” instalando al general Augusto Pinochet. Este ha sido nuestro patrón desde principios del siglo XIX para intentar satanizar a los líderes socialistas, desestabilizar países socialistas, y ejercer la voluntad de la banca estadounidense y de los intereses sobre la materia prima de esos países (Nicaragua, Guatemala, El Salvador, Chile, y más notablemente, Cuba). Pero quizá más que nunca, es del propio interés de Estados Unidos reeducarse y colaborar, ya que las caras humanas del socialismo se reflejan cada vez más en nosotros.
Pero he aquí la cuestión: No soy socialista. O al menos no completamente. Como estadounidense, tengo algo de Al Capone en mi. Me gusta la idea del logro individual. Pero no en contra de un contexto de opresión desesperanzada.
El guionista David Mamet planteó una noción en un monologo pronunciado por el personaje de Al Capone en su guión para Los Intocables:
Un hombre se convierte en preeminente; se espera de él que tenga entusiasmo. Entusiasmo. ¿Cuál es el mío? ¿Qué me llama la atención? ¿Qué me da felicidad? El béisbol.
Un hombre se para solo en el home. ¿Es el tiempo para qué? Para el logro individual. Ahí está solo, pero en el campo ¿qué es? Es parte de un equipo.
Mira, lanza, atrapa, corre, es parte de un equipo. Batea solo todo el día: Babe Ruth, Ty Cobb, y así. Si su equipo no fildea… ¿Me entienden? ¿Qué es él? Nadie. Un día soleado, las gradas están llenas de fanáticos. ¿Qué tiene que decir? ¡Saldré ahí solo, pero no llegaré a ningún lado a menos que el equipo gane!
Entusiasmo. Soy entusiasta por explorar el socialismo. El logro personal. Bueno, en este caso, espero lograr el interés continúo de los lectores.
El principio
En 2005, en un viaje de navidad a Cuba bajo los auspicios del turismo religioso, mi esposa, nuestros hijos y yo fuimos recibidos en una reunión de medianoche con el entonces presidente Fidel Castro y el gran novelista colombiano y premio Nobel Gabriel García Márquez. Antes de nuestra salida de Estados Unidos, me senté con mis hijos a ver documentales sobre
Fidel me agarró por el brazo y me sentó a su lado. Comenzó la conversación preguntándole a mi hijo, entonces de 12 años, sobre el plan de estudios en su escuela pública. ¿Sabía cuán lejos estaba
Castro había leído artículos que yo había publicado en San Francisco Chronicle productos de mis viajes a Irak y Afganistán. Hablamos por tres horas o más, y la pasión de esta figura dinámica de la historia había intensificado mi creciente interés en la historia de América Latina. Antes de partir, nos tomamos algunas fotos juntos, y con Fidel parado en su traje de faena y gorra verdes, un brazo alrededor de mi hijo y el otro alrededor de mi hija, todos sonrientes. Dije: “Comandante, cuando la gente vea esta foto, van a bromear diciendo que estoy criando a mis hijos para que sean revolucionarios”. Me respondió: “Esa es la segunda mejor cosa que puedes hacer. La primera es que se pongan las batas blancas de doctores”. Decidí no hablar sobre esta reunión hasta que el misterio de mi interés se aclarara.
Ese año, en agosto de 2005, Pat Robertson, durante su programa 700 Club, expresó su voluntad y dijo que Estados Unidos debería asesinar a un Jefe de Estado democráticamente electo, Hugo Chávez en Venezuela. Pensé, ¡por fin! Robertson puso una soga sobre su cuello, se paró de su enclenque silla y su propio odio lo sacó de la jugada. Pero me equivoqué. Los comentarios del evangelista con vínculos cercanos con
Lo que es mucho más perturbador es que la retórica de ataques infundados no se limita a los jefes de Estado extranjeros, y tampoco se limita a las voces de los mordaces predicadores y expertos. La gobernadora Sarah Palin, candidata republicana a
Mi hermano
Fernando Sulichin es un productor fílmico argentino independiente. Lo conocí a finales de los ochenta en París gracias al director Spike Lee. Fernando y yo nos mantuvimos en contacto y a finales de 2006 me llamó desde Caracas, donde estaba adelantando trabajos para un documental que Oliver Stone iba a dirigir. Después de una breve conversación, Fernando pudo asegurarme que tendría acceso al presidente Chávez si iba a Caracas. Me subí al próximo avión.
Cuando aterricé en Caracas, fui recibido por asistentes de Andrés Izarra, presidente de Telesur, la televisora suramericana que sigue el modelo de CNN. Andrés Izarra había sido anteriormente Director de Programación de Radio Caracas Televisión (RCTV), pero en 2002 los partidos de oposición y el Departamento de Defensa estadounidense financiaron un intento de golpe contra
Los asistentes me dejaron en el Hotel Caracas Palace, frente a la plaza Altamira. En la plaza, había manifestantes, cerca de 200 obscenidades fuertes gritadas y eslóganes antichavistas frente a las cámaras de los medios. Se reportó ampliamente que el presidente Chávez había “cerrado” RCTV, canal que se había convertido en la primera televisora de oposición en Caracas. Esta acción fue vendida como evidencia de las políticas de censura de un gobierno totalitario contra la libertad de expresión y prensa, y que produjo la ira de los defensores de la libertad de prensa locales y extranjeros, incluyendo a Reporteros Sin Fronteras. De hecho, RCTV, como todas las televisoras, tenía una concesión limitada. Como una televisora que diariamente alentaba un golpe y hasta el asesinato del presidente Chávez desde su elección en 1998, el gobierno simplemente decidió no renovar esa concesión en particular. Incluso, en 2002 un golpe contra Chávez tuvo lugar. Fue planeado por los magnates petroleros y de los medios, con financiamiento adicional de organizaciones estadounidenses como USAID y NED. Documentos oficiales absolven a
Eran los once de la noche. Los asistentes de Izarra me advirtieron que Caracas no era una ciudad en la que un estadounidense solo se aventurara a esa hora, y que debería esperar hasta mañana para salir a caminar. Fui a mi habitación del hotel y encendí el televisor. Coincidencialmente, estaba Bill O'Reilly transmitiendo desde Fox en Estados Unidos, condenando al “dictador” venezolano. Como era mi hábito, cambié los canales, pero no antes de pensar: “Vaya… creí que Chávez censuraba este tipo de cosas”. Dos canales más adelante, estaba la estación de noticias venezolana transmitiendo en vivo desde el lugar de la manifestación frente al hotel. Manifestantes sin máscaras gritaban a la cámara “¡Chávez es un cerdo!”. Aparentemente este tipo de discurso era permitido sin temer al arresto. Apagué el televisor y dejé que la libertad de expresión se colara por la ventana y me pusiera a dormir.
Amanecer y teléfonos celulares
Eduardo Rothe es un foto-reportero que ganó el Premio Nacional de Periodismo por su cobertura de la guerra de Vietnam. Fernando había hablado con él para que me ayudara a salir por ahí y ver algunos puntos de interés mientras mataba el primer día esperando la llegada de Fernando. Eduardo se apareció con un conductor y un vehículo 4x4. A pesar de que han pasado varios años desde sus retorcijones de estómago en las selvas de Vietnam, Eduardo todavía llena el arquetipo del periodista rudo y que se ensucia hasta los pies. La barriga creció un poco y el cabello se tornó gris, pero parecía estar listo como nunca estuvo. Me hizo pasar a la parte trasera del vehículo y saltó al asiento al lado del conductor. Le pedí que me llevara a la selva más cercana. Pareció gustarle la idea, e instruyó al conductor con aplomo. Fue entonces cuando me incliné hacia los dos asientos delanteros para ver la ciudad a través del parabrisas, y me percaté de las armas en las cinturas de los dos hombres. A pesar del cliché de que una sociedad armada es una sociedad educada, Caracas, evidentemente, había perdido el memo. La taza de homicidios y secuestros estaba en niveles record. Cuando íbamos hacia la montaña, pasamos una gran instalación hospitalaria, el Hospital Cardiológico Infantil, cuya única misión es ofrecer servicios de cardiología pediátrica. Virtualmente cualquier niño o niña de Venezuela y en América Latina recibe tratamiento gratis ahí. Chávez había inaugurado el centro en agosto. Pensé, que descarado este tipo llamado Chávez. ¿Cómo se atreve a ofrecer cuidado a los niños y niñas? ¿Será que instituciones como esta son la fuente de la hostilidad de Pat Robertson? Si el gobierno pone doctores a la disposición de ellos, ¿qué podría pasar con la gloria de Dios y el triunfo de las caridades cristianas? Ahora lo entiendo.
Salimos de la ciudad a través de las montañas y hacia la costa. Casi cinco horas después, estábamos en Caruao, donde seguí a Eduardo hacia una granja de cochinos, y luego del camino adyacente a los cochinos, hacia la selva. Cruzamos algunos arroyos angostos, y luego escalamos casi dos kilómetros de colinas de la selva hasta llegar al Pozo del Cura, una cascada y pozo para nadar. No se comparaba con el Salto Angel, ubicado al sureste del país. Pero después del calor y sudor de un viaje de cinco horas, seguido de una hora de caminata, parecía un beso de Dios para mí. Me desvestí y salté. Cuando íbamos de regreso, nos detuvimos por pollo y plátanos, que pasamos con ron cubano en un restaurante al aire libre y rodeado de selva y miles de especies de aves.
Cuando regresé al hotel, estaba exhausto. Tenía una copia de
Desperté temprano la mañana siguiente y di un paseo a pie. Caracas reposa dramáticamente al pie del Ávila. Bloques y edificios van de un moderno y brillante horizonte metropolitano al mal estado. Si bien fui prevenido de sus riesgos potenciales, esta ciudad, ubicada a veinte minutos de su costa caribeña, se siente tan hospitalaria como cualquier gran ciudad en Estados Unidos. Caminé hasta que las santamarías fueron levantadas, entré a la tienda por departamentos más cercana, y compré algunos monos con la idea de poder trotar en la tarde. Estaba esperando a Fernando Sulichin que llegaría de las Filipinas a las 11:00 a.m., así que regresé al hotel atravesando las calles de Caracas. Encontré a Fernando en el café, derrotando el jet lag con un gran vaso del mejor café venezolano.
La sonrisa maliciosa de Fernando tomó un último sorbo y me saludó: “Mi hermano”. Me senté, ordené un café y me dio el itinerario básico. Llegué a saber que los itinerarios sujetos al acceso a un Jefe de Estado pueden ser algo inconstantes, así que escuché: “Hermano, la mayor parte de este día, descansaremos. Tengo que descansar. He estado lidiando con un loco director vietnamita en las Filipinas. Al Qaeda amenaza con secuestrar a nuestro actor principal y voy a tener que dejarte mañana al mediodía para regresar”. No era una historia impactante de la filmación caótica de una película. Parecía que Fernando siempre estaba involucrado en filmaciones caóticas. El argentino mitad judío una vez tuvo que convertirse al Islam con cuatro meses de estudio en Arabia Saudita para obtener la aprobación de Spike Lee y utilizar
Cuando desperté, salí a trotar. Corrí kilómetros, esquivando autos y motos, enviando mensajes a amigos en Europa y buscando señales del mundo hitleriano descrito en la prensa estadounidense. En lugar de eso, me encontré en un lugar no muy diferente al centro de Los Angeles en hora pico. Cuando regresé al hotel encontré a Fernando ya descansado, en una caminadora y sudando. “¡Hermano!” Me senté en un banco, agarré unas pesas y jugué con ellas un rato. Después de que nos bañamos, Andrés, su esposa Isabel, y otros amigos nos recogieron a Fernando y a mí en el hotel. En este punto, debería reiterar una pequeña diferencia entre Caracas y Los Angeles. Virtualmente TODOS los conductores, incluyendo los que nos recogieron en el aeropuerto la noche anterior, y los que nos llevan al restaurante, manejan con armas pequeñas o armas de combate compactas a su lado. Subimos al Ávila, y a un restaurante desde donde se podía ver Caracas, y las 68 millones de luces fluorescentes que habían reemplazado a los bombillos incandescentes, en cumplimiento del Protocolo de Kyoto, iluminaban la vista. Desde esa posición, uno puede imaginar a salvo esta ciudad en momentos más difíciles, explotando en fuegos, disturbios y armas. En febrero de 1989, la administración de Pérez elevó el precio de la gasolina, y el aumento resultante en los precios del transporte público desató disturbios y saqueos en lo que se conoció como el Caracazo. El presidente Pérez ordenó a sus tropas salir a la calle. Abrieron fuego y asesinaron a cientos de civiles de esa ciudad, y por ello, abrieron la puerta para
Andrés ordenó una comida deleitable, y media hora después de comenzar a cenar, sonó su celular. Se paró de la mesa y conversó en privado por unos minutos, luego me llamó. Sabía quien estaba en el teléfono. Sabía que solo podía ser el presidente Chávez. Odio hablar por celular. Siempre me toca recibir una llamada con estática. En este caso, la estática sería las limitaciones de mi mal español y su inglés chapurreado: “Hola”, dije. Pausa. “Hola, Sin”. Su voz era alta y cálida. “Señor presidente”, dije. “Hola, Sin. Disculpa que mi inglés es muy malo. Es un honor tenerte en Venezuela. Vi Mystic River. Muy buena”. “Gracias señor Presidente. Estoy muy feliz de estar aquí y espero reunirme con usted”. Preguntó si hablaba español y le respondí con lo poco que tenía. Sabía que se había dado cuenta de que era mejor hablar en inglés. Me preguntó si podíamos reunirnos la mañana siguiente. Le dije que sí, y le di el teléfono a Andrés, quien obtendría los pormenores.
Después de cenar, fuimos a 360°, un lugar de reunión y fiesta predominantemente de oposición. En conversaciones muy generales, estaba comenzando a ver realmente el país. Un enorme porcentaje de la población de Venezuela vive por debajo de la línea de la pobreza, y la esperanza, salud, educación e inspiración de activismo brindados por
Antes de irnos del bar esa noche, pude concertar una reunión para la noche del día siguiente con dos contratistas surafricanos, empleados por el gobierno de Chávez para ayudar en la lucha antidrogas. Ya contaré eso.
Hugo y yo
La mañana siguiente Andrés nos recogió a Fernando y a mí para ir al palacio presidencial a reunirnos con Chávez. Caminamos hacia su oficina externa, las paredes estaban llenas de pinturas impresionistas. Había un retrato de Fidel Castro y otro de la vista de la ventana del palacio mostrando al Cuartel San Carlos, la prisión militar en la cual había sido detenido, luego de la intentona de golpe en 1992 para derrocar al presidente Carlos Andrés Pérez. Mi vista se fue a la firma del artista de la pintura. Una palabra: Chávez. No sabía que pintara y nunca supondría que un político pudiese hacerlo tan bien. Los hombres de razón pocas veces son hombres de romance, así como los hombres de religión (tal como lo es Chávez) pocas veces son hombres de dicha razón. Un acertijo de su personalidad que será explotado por muchos años. Cuando miraba en la verdadera ventana la verdadera prisión representada en la pintura, el presidente Chávez entró en la sala. Era un oso de hombre (los osos marrones y los pardos son idénticos en cuanto a género y especies; los marrones son un poco más pequeños. Chávez es un oso marrón), cuyos ojos se entrecerraron y amplia sonrisa brotó mientras me saludaba. Después de dar una breve descripción de sus de sus pinturas, nos llevó a un jardín adyacente en una terraza fuera de su oficina. Nos sentamos durante tres horas en una mesa bajo unas enredaderas.
Al igual que Fidel Castro, Chávez es un agradable gran anecdotista y estudioso de la historia. Pasó sus años de prisión leyendo y reuniéndose con personajes del exterior, parecía gustarle preceder la explicación de donde estamos ahora con una amplia conversación sobre donde hemos estado no solo en Venezuela y Latinoamerica, sino en Estados Unidos y el mundo. Sus ojos se agrandaron y su voz se volvió apasionada al hablar de Simón Bolívar, “un hombre que veía continentes y pensaba en siglos”. Habló de la historia de sangre mezclada y relaciones raciales en Venezuela. Chávez es negro, y el racismo es un complemento del antagonismo de la oposición. Mientras nuestra conversación comienza a dar un giro hacia el tema de las relaciones Venezuela-EEUU, su tono cambia a algo entre indignación medida y humor. Solo han pasado dos meses y medio desde su enérgica aparición en las Naciones Unidas, donde afirmó, al oler el azufre en el aire, que el presidente Bush (quien justo el día anterior se había parado en el mismo podio) era el gran Satán, “el diablo”. Le pregunté que si había considerado que eso podría percibirse como un ataque al pueblo estadounidense. Estaba animado e impenitente y me dijo que nunca escribe o planifica sus discursos, solo dice lo que le viene a la mente. De manera que le pregunté qué tenía en mente cuando lo estaban fotografiando abrazado con Mahmoud Ahmedinejad en su última visita de Estado a Venezuela. El Presidente responde las preguntas muy directamente: “Nuestra relación con Irán es totalmente transparente. Hay muchas cosas con las que el presidente Ahmedinejad y yo no estamos de acuerdo, pero también hay otras que compartimos. Venezuela depende extremadamente de las tecnologías de perforación y refinación de Irán. Somos dos de los cinco países petroleros más ricos del mundo. Tenemos una relación muy productiva, y muy necesaria para el pueblo venezolano. El gobierno estadounidense ha sido extremadamente arrogante, y esas relaciones son muy importantes para mantener un equilibrio de poder como un tapón al imperio estadounidense”.
La obsesión de Chávez con el poder de Estados Unidos le permite ganarse enemigos en ese país. Es un ejercicio necesario si quiere dejar una cultura latinoamericana sostenida e independiente por todo el continente. El rol de liderazgo viene a Chávez como resultado de los tres componentes primarios: primero, sus enérgicas habilidades de oratoria; segundo, el movimiento que se ha expandido por toda Latinoamerica que abarca a líderes de izquierda (Kirchner en Argentina, Lula en Brasil, Ortega en Nicaragua); y tercero, la producción petrolera venezolana (irónicamente, Chávez disfrutó de un mayor aumento de poder cuando superó un paro promovido por la elite petrolera del país). Construyó alianzas como Petrocaribe, Petrosur y Petroandina, a través de las cuales ofreció cientos de miles de barriles de petróleo a países de la región con “financiamiento flexible”.
No había escuchado de Chávez que la reforma agraria era un tema que en repetidas oportunidades había sido utilizado para justificar la intervención militar y económica estadounidense en Latinoamerica. Heredó un país donde el 80% de la población no tenía nada y el 20%, representado por la adinerada oligarquía, había cocinado el mismo guiso de capitalismo y codicia que experimentaríamos este año en manos de Wall Street y prestamistas de subprime. Ciertamente el líder venezolano había redistribuido gran parte de las tierras ociosas de la clase pudiente para que fuesen sembradas, y alimentadas, por un país que se estaba muriendo rápidamente. Resulta irónico que la administración Bush y gran parte de los medios estadounidenses identifiquen este hecho como la amenaza y el lado oscuro del socialismo, o el totalitarismo, mientras que nuestro propio país mantiene los derechos de gobierno de un vasto imperio. Y mientras es fácil citar la imposición de un dominio eminente a través de la ampliación de las autopistas, o en numerosos casos que muestran los abusos, no pude encontrar un solo caso en el que su intención en EEUU fuera la de alimentar a los hambrientos o la de tratar a los enfermos. Chávez también ha extendido los intereses del Estado en financiar la revolución con el dinero del petróleo, mientras que aquí en casa, Exxon alimenta sus beneficios desde las afueras de las costas de Louisiana. Va dejando atrás un medio ambiente taladrado y al Estado no le deja nada a cambio. Le pregunté a Chávez cuál era su prioridad en cuanto a unas relaciones productivas con Estados Unidos y dijo: “El trabajo más arduo que me toca durante los próximos dos años es permanecer vivo”. En ese momento Fernando se disculpó por tener que irse debido a un vuelo hacia su propio peligro potencial en Filipinas.
Después del almuerzo, entré en el asiento trasero del auto del Presidente. Sólo Hugo y yo en un convoy de autos negros. Recordé un juego que mi hermano mayor, Michael, y yo solíamos jugar de jóvenes. Él solía cerrar el pasillo que llevaba a las habitaciones y con voz intimidatoria decía “imagina que soy un revolucionario. No puedo dejarte pasar”. Pensando en lo que Michael podría decir hoy, me sumergí en mí propia risa. Chávez me preguntó por mis hijos y por qué no los había traído. Me dijo que la próxima vez que viniera “tienes que traerlos. Hay mucha historia y cosas bellas que ver en Venezuela”. Con eso, sacó su celular y buscó en la galería fotográfica fotos de sus hijas y me las mostró orgulloso. Sumergido en sus pensamientos y los ojos casi aguados, besó la pantalla. Para entonces yo tenía 45 y Chávez 51. Me sentí igual esperando ver a mis hijos. Chávez respondió mi pregunta de minutos atrás. “No apruebo el terrorismo de ningún tipo. Nunca bombardearía o secuestraría a nadie. Y no lo apruebo viniendo de nadie, incluyendo Estados Unidos. Así que debemos trabajar juntos con un sentido absoluto de soberanía”. Continuamos nuestro camino a una sala de conciertos a ver a
Hasta este punto, había pasado mi tiempo en la selva, un cuarto de hotel, un palacio, cenas de alta sociedad, un pequeño paseo por la ciudad, un concierto sinfónico y muchos paseos en auto con pistolas. Mientras uno recorre Caracas los cerros llenos de barrios se hacen presentes. Yo me enganché con dos monjas que me llevaron a un tour por Carapita. Sí, señor, a lo más profundo. Imaginen, Cite Soleil en Haití, techos de zinc, paredes de barro, desnutrición, diarrea, diabetes, asma, drogadicción, hipertensión, meningitis, dengue; el infierno. Ahora, piensen de nuevo, porque, a pesar de las plagas, la pobreza y la muerte, estos barrios dieron un vuelco desde la llegada de Chávez. A través del programa petróleo por doctores con
Para las generaciones que antecedieron a Chávez, gobiernos que pasaron de las manos de un grupo de títeres corruptos de Estados Unidos a otro, esta gente vivía sin un equivalente a seguro social o una cédula de identidad. En esencia, hasta la llegada de Chávez estas personas no existían. El intento de privatizar escuelas de elite, dejó con menos trabajo a los maestros y menos igualdad de oportunidades a la educación. Todo eso ha cambiado. Se han formado brigadas médicas, sociales y energéticas por todo el país, y ahora cada comunidad tiene consejos autónomos y un banco a través del cual pueden financiar las necesidades particulares de su área.
Mientras más alto se sube a los barrios, hay más gente pobre, pero ahora todos ellos tienen acceso a servicios médicos y educación de calidad. Caminamos previamente anunciados hacia una escuela de niñas. Las nuevas escuelas bolivarianas se diferencian de las existentes antes de la revolución más por sus creíbles planes de estudio que por asuntos de adoctrinamiento. En
La directora del plantel preparó mi espontánea vista para mostrarme cerca de 10 jovencitas que en ese momento estaban en una práctica de danza. Cada una sacó una silla, perplejas por la invasión de este extranjero. Les hice preguntas simples: “¿Les gusta la escuela? ¿Qué materia les gusta más? ¿Enserio? ¿Y por qué?” Todo aquel que haya viajado a países del tercer mundo ha visto los ojos de la juventud hambrienta de educación. Estas niñas han estados hambrientas durante mucho tiempo. Los padres de sus padres nunca habían sido alimentados, estaban en un banquete virtual. La emoción era notoria. Le pregunté a una chica de ojos brillantes en particular, de 13 años, que si la educación que estaba recibiendo le garantizaría una forma de salir del barrio. De repente, la inocencia de esos ojos se acongojó. Me miró directo a los ojos y me dijo: “lo más importante la oportunidad que esto me da para convertirme en una mejor persona”. Le pregunté qué sentía por el presidente Chávez y su entusiasmo por él fue notable. Muchas me entretuvieron con las historias de cambio que, de manera muy real, les produjeron lágrimas de alegría. La esperanza que él había traído a sus padres, a ellas, el activismo, la identidad y el auto-respeto que ninguna nación desarrollada del mundo tendría la suerte de compartir. Pero, ¿estaba observando una revolución optimista de cambio sustentable y posible, o simplemente el culto a la personalidad?
Más piano-titiriteros
De lo sublime a lo ridículo, ahora eran las 2:00 a.m. Encendí un cigarrillo, aspiré un poco, me sacudí las cenizas y entré al bar. Abajo la música estaba alta, era una combinación de música house y salsa. ¡Pum! ¡Pum! ¡Pum! El rimo estremecía el piso y me producía cosquilleo en los pies. Subí las escaleras de atrás y allí estaban esperándome en la mesa superior los dos contratistas con los que había quedado reunirme la noche anterior. Gran revelación: no soy un gran “contratista”. Me levantaron unos empleados iraquíes de la compañía contratista militar DynCorp una oscura noche en un callejón de Bagdad, y dormí al lado de unos muchachos de la Blackwater[2] y de sus armas en la inundación de Nueva Orleáns. Es solo esta pequeña cosa que tengo sobre lo que los militares apolíticos pueden hacer por las ganancias. Llámenlo fastidio, llámenlo como quieran, pero una fuente es una fuente. Intercambiamos saludos a través de gruñidos. Me senté y pedí un trago de Jhonny Walker. De forma patética, pude haber querido ser uno de esos muchachos por un momento. Ellos pidieron un agua mineral con gas y comenzó todo. Yo era Al capone, maldición, y ellos eran un par de John Wayne mariquitas tomando agua Perrier. “¿Qué es lo que me tienes?”
Desinteresadamente, se convirtieron en una pareja de caballeros, aunque eran surafricanos. Su trabajo en Venezuela era prácticamente logístico; uno organizaba el patrullaje de ríos por parte de su compañía, contratada por el Gobierno venezolano para ayudar en la lucha antidrogas. El otro realizaba patrullajes en la selva fronteriza con Colombia. Hablamos sobre muchas cosas y sobre muchas partes del mundo, tal como solía hacer cuando tomaba Johnny Walker Black. Pero lo sorprendente es que a ninguno de los dos le agrada Chávez en lo más mínimo.
Sin importar la tendencia política que pudieran tener, estaban bien lejos de mi visión periférica. Solo que Chávez no era de la clase de amigos que tienen. Me dijeron lo siguiente: Les diré algo sobre Chávez. De todos los países para los que hemos trabajado, este Gobierno es hasta ahora el más serio sobre la lucha antidroga. “Dije: “¿cuáles son las malas noticias?” Y él respondió: “Chávez no dura un año”. ¿Qué quieres decir? Le dije: “Él es demasiado radical y lo hemos visto anteriormente”. “Qué es lo que han visto ustedes anteriormente? “Ellos lo van a matar” “¿Ellos? Pregunté. Se sentó en la mesa, se tomó un trago de Johnny Walker Black, sonrió, me señaló y dijo, el estadounidense en la mesa.
La mañana siguiente, entré al avión presidencial a las 8 en punto y me mostraron la cabina que estaba llena de un variado grupo vestidos con trajes color piel y con tantos idiomas como la misma ONU. Un bar de Rick repleto de polacos, canadienses, belgas y una linda flor de Burkina Faso. Había turbantes, fezzes y funkadelics, todos con una cosa en común. Representaban los países firmantes del Protocolo de Kyoto. En el avión también había miembros del Comité de Prensa Internacional. Y hoy, Chávez iba a mostrar la nueva joya preciada del protocolo de adhesión de Venezuela.
Me di cuenta que el asiento del otro lado estaba reservado para el Presidente de Venezuela. Miré por la ventana del avión me puse a escuchar la grabación de la reunión del contratista realizada la noche anterior en mi cabeza. Vi los francotiradores boinaroja ubicados en los techos de alejados hangares, soldados en la pista cuyos ojos buscaban el perímetro, perros antidrogas y máquinas de rayos x que revisaban cada artículo de los pasajeros. Vi como revisaban mi bolso y tuve un momento de horror porque recordé que una vez me pararon en Miami. Pero el bolso pasó si problemas. ¡Uff!
Y luego vino el convoy. Tres o cuatro vehículos fuertemente armado y el carro del Presidente. Los soldados se mueven y comienzan la formación. Los jefes de seguridad abren la puerta del sedán negro, Chávez sale del carro se dirige a la banda y aborda el avión. Luego de saludar a cada uno de sus invitados, se sienta en el lado opuesto al mío, se pone el cinturón de seguridad y me pregunta cómo pasé la noche. Le digo que me fue fácil conseguir personas que me hablaran de Venezuela y del Presidente. Y le dije que “el en general la opiniones era… bueno… extremas”. El oso marrón se ríe y repite mi respuesta de manera que todos escucharan. El encanto de su risa es contagioso, y lo es tanto para la unidad de sus partidarios como para su indiferencia por sus detractores. Los motores del avión rugieron y aquí vamos.
Es aproximadamente una hora de vuelo desde Caracas a
Cubriendo el viaje para the New York Times, Simón Romero escribió sobre las predicciones de Chávez después del vuelo con respecto a la crisis financiera de Estados Unidos, “lo que pudo causar una implosión”. Esto fue el 3 de agosto de 2006. Eché un vistazo y pude ver que era un área bastante alejada. El cielo estaba gris y parecía que iba a llover. La pista estaba llena de soldados, vehículos armados y un convoy esperando. Pero esta vez no había carros brillosos sino vehículos Tiuna todo terreno, el equivalente venezolano a un Humvee descapotado. Aquí es cuando el día se convierte en zúrrela. Acompañé a Chávez hasta la banda y me guió hacia uno de los Tiuna. Parecía que cualquier plan de las fuerzas de seguridad tengan para él, o al menos le hubieran diseñado, fuese a ser ajustado.
El propio Chávez saltó a la silla del conductor y me indicó ponerme en la silla de atrás. El resto de los asientos rápidamente se llenaron con soldados y personal, y nos fuimos a aquella selva montañosa. Los equipos de seguridad adicionales, diplomáticos y prensa corrieron desordenadamente a unos vehículos, adaptándose al antojo de Chávez. Me miró y me guiñó el ojo, disfrutó esa clase de cosas. A mi lado se sentó el gobernador del estado Táchira, Ronald Blanco, quien estuvo en prisión junto con el líder venezolano en 1992. Chávez nos presentó y nos dimos las manos, el gobernador Blanco se sonrió, parecido al propio Presidente y dijo: “Estás ahora en el estado más peligroso de Venezuela”.
Durante las próximas cinco horas, manejamos montaña adentro por una carretera paralela a la frontera colombiana, unos
En cada pueblo de la vía, cientos de personas esperaban la llegada de Chávez. En cada pueblo, pandemónium, los pobres de esos pueblos montañosos lloraban alrededor del convoy para ver a su amado Presidente. Chávez se paraba a cada momento, se salía del carro, abrazaba a las adultas mayores, a los niños, a los agricultores, campesinos. Esos eran los campesinos (100% chavistas). Mientras muchos periodistas habían informado de arreglos como los de este pequeño viaje y la beatle-manía que los rodea con un cínico efecto, no quedaba duda ninguna duda, de la pasión de su gratitud por las reformas de Chávez y las mejoras a sus vidas. Crecía la evidencia. Mientras en el exterior Venezuela no había mostrado mejoras radicales en la última década, el simple hecho de que estuviesen abordando la pobreza ofrecía una gran esperanza. Pero va más allá, los conservadores estadounidenses estiman que en ese país suramericano la pobreza se ha reducido en un 20% con el gobierno de Chávez, mientras que otros analistas objetivos colocan esas cifras entre 35 y 40%. El hombre heredó una zona de emergencia y, hasta la fecha, sus reformas han hecho mejoras radicales. Y así se pasó el día, manejando, deteniéndose, manejando, deteniéndose, soldados posicionados cada dos kilómetros, moviéndose, con los fusiles apuntando a la selva y la montañosa frontera colombiana extendida con paramilitares, guerrillas, contratistas y operativos de
Llegamos a la cima de la montaña de Pueblo Encima, Chávez se sube a una plataforma ante una multitud que lo esperaba en el laboratorio de bioinsumos Cipriano Castro. En estas nuevas instalaciones, las cuales iba inaugurar, se desarrollan pesticidas orgánicos. Previa a la llegada de esta tecnología, el agua de la lluvia y de los sistemas de riego contaminada con pesticidas sintéticos tóxicos se hacía camino a través de los afluentes y de los pueblos de la montaña que habíamos visitado. Esto trajo como consecuencia que los índices de cáncer se incrementaran a proporciones genocidas. Al declarar una nueva era de pesticidas orgánicos y celebrar la culminación del laboratorio Cipriano Castro, Chávez declaró: “Ahora estamos ante una vista de esperanza, donde lo que antes había sido simplemente… una montaña de víboras”.
Una montaña de víboras. La frase dio vueltas en mi cabeza en mi viaje de regreso a Estados Unidos. Muchos venezolanos a bordo habían leído sobre mi visita a Venezuela y me buscaban conversación. En general, los venezolanos que pueden pagarse un pasaje aéreo a Estados Unidos no apoyan a Chávez. Más de tres veces durante el vuelo me preguntaron cuánto dinero me pagó el régimen chavista para promover las reformas de Chávez. De nuevo, estas presunciones sólo pueden haber sido iniciadas por los medios opositores y estadounidenses, pues en ningún momento he promovido algo. De hecho, Chávez me había elogiado enormemente en público, a lo que correspondí de manera menos pública con simpatía, pero nada que pudiera ser interpretado abiertamente como propaganda. Estaba ahí para aprender algo. “¿Dinero?”, pensé. Es el pensamiento detestable con el que atacan. Pero era más que eso. Es un pensamiento aprendido y ellos parecen creer ciertamente que el único incentivo que puede haber para apoyar a Chávez es el dinero. Es irónico, pues el dinero era lo de que sus más vehementes partidarios carecían.
Alias de una dama sexy (FOX)
De vuelta a EEUU, en mi cama, en mi casa y sufriendo un poco del cansancio propio del viaje, comienzo a pasar por los canales cuando llego a Fox News. Sólo pasan 20 segundos o algo así antes de que escuche un comentario retorcido sobre mi viaje “pro-Chávez” a Venezuela. Esta gente es agotadora. Mis ojos comienzan a torcerse y en la esquina de la pantalla la palabra “Fox” comienza a transformarse. Veo la “F” inclinarse en el sentido de las agujas del reloj en un ángulo de 45°, una “F” más pequeña aparece en el centro de la “O” y cada una de las cuatro puntas de la “X” se extiende en un garabato en forma de serpiente. Como un grafiti jeroglífico para nuestra propia montaña de serpientes.
Salto por los canales un poco más. Es temporada de campaña y, evidentemente, temporada de brujas, ya que ciertos Demócratas en el Senado acaban de votar junto a George Bush para reconocer a
Como va Alaska, también va Delaware
Es octubre del 2008, el senador Joe Biden fue seleccionado como el candidato a la vicepresidencia del próximamente Presidente Electo, Barack Obama. La elección de Biden me acaba de hacer ganar una apuesta de 2.000 dólares que hice con el analista político Lawrence O’Donnell dos meses antes de esta elección. Así que, en efecto, estoy viendo a mi perro en la carrera, mientras veo la concentración de partidarios de Biden en la televisión. He amado la jerga callejera de Biden cada vez que he estado de acuerdo con él a través de los años; pero, cuando escucho la misma voz de autoridad, sea con propósitos políticos o en verdadera oposición a mis principios, me provoca bofetearlo (y creo que mis amigos sienten lo mismo por mi). Pero ahí estaba él, hablando sobre energía, y estas son las palabras que escuché: “No podemos seguir siendo energéticamente dependientes de un dictador de Arabia Saudita o de Venezuela”. Bueno, yo sé que el de Arabia Saudita lo es, pero habiendo estado en Venezuela, me pregunto sin asombro sobre quién estaba refiriéndose el senador Biden. Aunque algunas irregularidades de interés han ocurrido antes y lo harán de nuevo en el futuro, el proceso de elección en Venezuela es uno de los más transparentes e internacionalmente validados en el mundo. Maldición, Joe. ¡Maldición! ¿Qué clase de “dictador” propone reformas constitucionales sobre límites de mandato –nada diferentes a las que acaba de proponer el condenado Alcalde de Nueva York- y pierde? ¿Qué clase de dictador es ese, Joe? Los dictadores no pierden y no aceptan la derrota con la gracia con la que lo hizo Chávez. Con esto no quiero decir que no hay razones para tener serias preocupaciones y consideraciones. Chávez es un maestro de los medios. Sus reformas han encontrado resultados desiguales. Mientras algunas de sus cooperativas prosperan, otras están en caos debido a una sobre-dependencia a los contractos gubernamentales, a la incompetencia gubernamental burocrática o a la falta de habilidades básicas de mercadeo. Y el crimen es excesivo. Así que es una jugada débil el hecho de que Chávez señale la derrota de su referendo sobre su período de mandato como la clave de la escalada de la criminalidad. En el período inmediatamente posterior al rechazado referendo, Chávez desplegó carteles en todas las calles de Venezuela afirmando que era “Por Ahora”. Si estas palabras se revelan como una amenaza intencionada, en un movimiento hacia el totalitarismo, tanto Chávez como Venezuela se autodestruirán. Pero, si el “Por Ahora” es una promesa de un líder comprometido de ejercer la voluntad de su pueblo, su experimento socialista podría dar frutos globales. Pero “por ahora”, como ellos dicen, las palabras de Biden eran el tipo de retórica que nos había conducido recientemente a una guerra costosa, tanto en lo monetario como en cuanto a la pérdida de vidas, la cual al tiempo que derrotaba a un pendejo homicida en Irak, también derrocaba los principios más dinámicos sobre los cuales los Estados Unidos se habían fundado, aumentaba las reclutas para Al-Qaeda y desmantelaba al ejército estadounidense. Es momento de elegir nuestras palabras con prudencia y cuidado.
En una conversación telefónica con
Así como Pat Robertson me llevó a Venezuela la primera vez, y el bombardeo de las Oficinas Centrales de
¿Hola Fernando, como está?
Quería dejarme de pendejadas. Ya había digerido mis visitas previas a Venezuela y Cuba y el tiempo compartido con Chávez y Fidel Castro. Me he vuelto cada vez más intolerante a la propaganda. Aunque el propio Chávez tiene una inclinación por la retórica, nunca ha sido una causa para la guerra. Esta vez me atreví a decirles a unos amigos en privado: “Es verdad, Chávez podría no ser un buen hombre, pero bien podría ser un gran hombre”. Entre las personas a las que les dije esto se encontraban el historiador y autor Profesor Douglas Brinkley y el escritor y columnista de la revista Vanity Fair, Christopher Hitchens. Como ambos habían expresado su interés de acompañarme en cualquier viaje subsiguiente a Venezuela, y, particularmente, porque quería una transversalidad de voces discutiendo sobre Chávez y Venezuela con el pueblo norteamericano, estos dos eran complementos perfectos: Brinkley, un notable y firme pensador, cuyo código de ética como historiador que es asegura la fidelidad a la evidencia sumamente razonada; y Hitchens, un astuto letrado, mucho más impredecible por su predisposición, es una persona un poco más salvaje que describió a Chávez una vez en un programa como un “payaso rico de petróleo”. Si bien creo que Hitchens es un hombre de tantos principios como inteligencia, puede ser combativo hasta el punto de intimidar, como cuando hizo comentarios severos sobre la activista santa y antibélica Cindy Sheehan. También es un hombre de políticas tan impredecibles como un volcán. Su presencia equilibrarían cualquier parcialidad percibida en mis escritos. Una vez dicho esto, estos son un par de tipos con los que me divierto mucho y a los que les tengo mucho cariño. Así que llamé a Fernando Sulichin, un viejo amigo y productor fílmico argentino, y le pedí que los investigara y aprobara para entrevistar a Chávez. Además, queríamos volar de Venezuela a
Nuestro vuelo de Houston a Caracas se retrasó debido a problemas mecánicos. Era la 1 de la mañana, habíamos sido sacados del avión una hora después de abordar. Brinkley y yo nos sentamos en unas sillas con las piernas estiradas y las rodillas dobladas sobre nuestro equipaje de mano. Hitchens caminaba de un lado a otro. “Raras veces sólo una cosa sale mal”, dijo Christopher. Debió haberle gustado la forma en que lo dijo, porque lo repitió: “Raras veces sólo una cosa sale mal”. Era un pesimista de Dios. Le dije: “Hitch, todo saldrá bien. Buscarán otro avión y llegaremos a tiempo”. Pero el pesimista de Dios es en realidad el pesimista ateo de Dios. Y más tarde me recordarían la claridad en su ateísmo. De hecho, algo más salió mal. Bueno, bien y mal, como verán más adelante. Después de dos horas, estábamos despegando hacía Caracas.
Cuando aterrizamos en el aeropuerto de Caracas, Fernando estaba ahí para recibirnos. Después de presentarnos brevemente, caminamos un pequeño trecho a través del aeropuerto hasta un terminal privado, donde esperamos en un área reservada generalmente para diplomáticos. Allí nos sirvieron un pequeño desayuno y esperamos la llegada del presidente Chávez. Su avión estaba en la pista y nos encontraríamos con él para ir a un mitin de candidatos a gobernadores en la bella Isla de Margarita.
Pasamos los dos días siguientes con la constante compañía de Chávez con acceso a él sin filtros y muchas horas de reuniones privadas entre los cuatro. En los cuartos privados del avión presidencial, descubrí que cuando habla de béisbol el dominio del inglés de Chávez mejora. Cuando Douglas preguntó si
Hitchens seguía sentado tranquilo, tomando notas durante la conversación. Chávez reconoce un parpadeo de escepticismo en sus ojos. “Cris-to-fer, hazme una pregunta. Hazme la pregunta más difícil”. Comparten una sonrisa. Hitchens pregunta: “¿Cuál es la diferencia entre usted y Fidel?” Chávez dice: “Fidel es comunista. Yo no. Soy social demócrata. Fidel es marxista-leninista. Yo no. Fidel es ateo. Yo no. Un día estábamos discutiendo sobre Dios y Cristo. Yo le dije: ‘Soy cristiano’, creo en los evangelios sociales de Cristo. Él no, simplemente no lo hace. Más de una vez, Castro me ha dicho que Venezuela no es Cuba, y que no estamos en los sesenta”. Su admiración por Castro no es más que ingenua y casi de niño y él no hace ningún intento por esconderla. Al confesar la repetición de esta última línea de Fidel “Más de una vez Castro me ha dicho…” también revela el afecto del anciano mentor romántico hacía Chávez. Es simultáneamente una aceptación de su necesidad de recordatorios paternales de tener cuidado de asegurarse de establecer diferencias entre las revoluciones de Cuba y Venezuela.
“Verás” –dice Chávez– “Venezuela tiene que tener un socialismo democrático. Castro ha sido un maestro para mí. Un mentor. No en ideología, sino en estrategia”. Quizás, irónicamente, John F. Kennedy fue el presidente estadounidense favorito de Chávez. “Yo era un muchacho”, dice. “Kennedy era la fuerza impulsora de las reformas en Estados Unidos”. Sorprendido por la afinidad de Chávez hacia Kennedy, Hitch interrumpe y se refiere al plan económico de Kennedy contra Cuba para América Latina: “¿
La conversación entre los cuatro continúa en buses, mítines y actos en toda
¡Hola Cuba! ¿Fidel y Raúl pueden salir a jugar?
Esa noche Hitch, Douglas, Fernando y yo decidimos salir a aventurar por la ciudad. Nos echamos algunos tragos en un casino y hasta nos detuvimos por un rato en un bar nocturno para el último trago de la noche. Chávez habría visto mal que entrásemos a estos locales, y sobretodo por nuestro patrocinio, pero era la única fuente disponible y un periodista debe hacer lo que tiene que hacer. Luego nos fuimos a descansar, en tanto que ya teníamos los ojos puestos sobre Cuba. Mientras que mi interpretación de lo que me hahía dicho Fernando era que esta pieza del rompecabezas había sido confirmada y aprobada, en alguna parte de nuestro intercambio cultural, idiomático y telefónico había habido un malentendido. Mientras tanto CBS News esperaba un reportaje de Brinkley, la revista Vanity Fair de Hitchens, y yo escribía en representación de la revista The Nation, y les había asegurado que el encuentro con Castro venía en camino.
En nuestro tercer día en Venezuela, nosotros cuatro, parados en el Aeropuerto Santiago Mariño de
Lo que yo no sabía en ese momento era cuan bajas eran las probabilidades de que Raúl nos recibiera. Vergonzosamente, no sé cómo encender una computadora y mucho menos cómo buscar algo en Google, por lo tanto no me había tomado la molestia, para entonces, de revisar algunas entrevistas dadas por Raúl. Si lo hubiera hecho, me habría encontrado con que no había ninguna, puesto que nunca ha concedido ni una. Pero Chávez nos prometió que lo intentaría, abordó, y vimos el avión alejarse.
La mañana siguiente, partimos para
Para mí, las apuestas personales eran muy altas. Yo erróneamente había entendido que la verificación y la aprobación para darnos a nosotros tres acceso a Raúl Castro habían sido confirmadas antes de que saliéramos de los Estados Unidos. Incierto de esa garantía, y motándome ya en el avión hacia
Pocas veces sólo una cosa sale mal
Aterrizamos en
Presumí que si Fidel estaba en condiciones y podía sacar tiempo, llamaría. Y si no, yo estaba muy agradecido de nuestra reunión anterior y se lo hacía saber en una nota que le envié con Omar. De Raúl, lo único que sabía era lo que había leído, y no tenía la menor idea si nos iba a recibir o no.
Los cubanos son particularmente calurosos y hospitalarios. Nuestros anfitriones nos llevaron a recorrer la ciudad. Noté que el número de carros norteamericanos de los años 50 había disminuido considerablemente desde mi última visita, y habían sido reemplazados por modelos rusos más pequeños.
Al pasar por
Recorrimos
Suavizando el trago para mantenerme sobrio, en caso de que de repente nos llegaran buenas noticias, Hitch se sentó tranquilamente y la humedad de
El reloj ya no sonaba sino que latía. Omar me dijo que pronto escucharíamos la decisión del presidente. Con dedos cruzados, Douglas, Hitch, Fernando y yo regresamos a la sala protocolar para empacar nuestras maletas con antelación de manera que llegar en el momento preciso. A las 6:00 P.M. ya estábamos en el conteo regresivo y yo estaba esperando en la sala, leyendo con la poquita luz de la tarde. Hitch y Douglas estaban en las habitaciones de arriba, me imagino que durmiendo la siesta para bajar la ansiedad. Y Fernando estaba roncando en el sofá que estaba al lado del mío. Entonces, apareció Luis en la puerta frente a nosotros y miré por encima de mis lentes cuando me dio luz verde directamente y, sin palabras, lo miré y le hice señas hacia arriba preguntándole sobre mis compañeros. Pero Luis movió su cabeza como pidiendo disculpas y dijo “sólo tú”. El Presidente ya tomó la decisión.
Podía escuchar las palabras de duda de Hitch en mi cabeza, “raras veces sólo una cosa sale mal”. ¿Estaba hablando de mí? ¿Y yo también Brutus? Sin embargo, revisé mi bolsillo posterior para asegurarme de que aún tuviera mis anotaciones sobre Venezuela, revisé mi pluma, guardé mis notas y entré con Luis. Justo antes de cerrar la puerta de mi carro de espera, escuché la voz de Fernando llamándome. “! Sean¡” nos vamos.
Salí a ver al mago[3]
En Estados Unidos, el presidente Raúl Castro, ex ministro de las Fuerzas Armadas de la isla, ha sido calificado como un “militar frío” y un “títere” de Fidel Castro. Pero el joven revolucionario, que una vez usó cola de caballo, de la sierra Maestra está demostrando que las serpientes están equivocadas. De hecho, el “raulismo” está en auge junto al reciente auge económico industrial y agrícola. El legado de Fidel, como el de Chávez, dependerá de la sustentabilidad de una revolución flexible, una que pueda sobrevivir a la partida de su líder, ya sea por muerte o renuncia. Fidel de nuevo ha sido subestimado por el Norte. En la selección de su hermano Raúl, ha puesto la política del día a día de su país en manos formidables. En un informe del Consejo sobre Asuntos del Hemisferio, el vocero del Departamento de Estado John Casey reconoce que el raulismo podría conducir a una “mayor apertura y libertad para el pueblo cubano”.
Entonces como dije, estaba sentado con una libreta de pael fresco en una mesita pulida con el cabello más despeinado de que jamás haya visto. Agradecí al Presidente por la almohada.
“Fidel me acaba de llamar. Quiere que lo llame después de nuestra conversación”. Hay un humor en la voz de Raúl que muestra una vida de cariñosa tolerancia al ojo vigilante de su hermano mayor. “quiere conocer los detalles de nuestra tertulia”, dijo con sonrisa sabia. “Nunca me ha gustado dar entrevistas”, continuó. “Uno dice muchas cosas pero cuando las publican las acortan, las condensan. Las ideas pierden su significado. Me dijeron que haces largometrajes. Me imagino que también harás un periodismo extenso”. Le prometí que escribiría tan rápido como pudiera y que imprimiría tanto como escribiera. Me dijo que le prometieron su primera entrevista como presidente en otro lugar y, sin querer multiplicar lo que pudiera ser tomado como un insulto, me escogió entre mis compañeros.
La llamada de Chávez no pudo haber causado daño alguno. Entonces, le dije “Siento que es muy importante para mi país escuchar su voz, y es por esta razón que traje conmigo a Hitchens y a Douglas Brinkley también.” Pero por supuesto, Castro no mordió el anzuelo. Puedo ver a mis amigos en la sala protocolar y habiendo escuchado el grito de Fernando, bajaron corriendo por las escaleras restregándose los ojos, y sin perder el tiempo, Christopher mueve su cabeza, maldiciendo a Fernando, pues solo decidieron ver a Sean, ¿no? ¡Bastardos!
Castro y yo compartimos una taza de te. “Hace 46 años, exactamente a esta misma hora, nosotros movilizamos tropas, Alameda en el este, Fidel en
“La reforma agraria de 1959 fue el Rubicón de nuestra revolución. Una sentencia de muerte para nuestras relaciones con Estados Unidos”. Castro parece estar probándome cuando toma otro sobre de té. “En ese momento no hubo discusión sobre socialismo o las relaciones de Cuba con Rusia, pero ya el dado se había lanzado”.
Después de que el gobierno de Eisenhower bombardeara naves cargadas de armas dirigidas a Cuba, Fidel pidió ayuda a viejos aliados. Raúl dice “pedimos ayuda a Italia y nos dijo que no, a Checoslovaquia y nos dijo que no. Nadie nos daría armas para defendernos porque Eisenhower los presionó. Entonces, mientras obteníamos las armas desde Rusia, no teníamos tiempo de aprender a usarlas antes de que Estados Unidos nos atacara en Bahía de Cochinos”. Se ríe, se excusa y se dirige a un cuarto adyacente, se desapareció brevemente detrás de una pared, y luego regresó a la sala, bromeando, “a los 77 años, este es el defecto del té”.
Fuera de juego, Castro se mueve con la agilidad de un muchacho. Hace ejercicios todos los días, sus ojos brillan y su voz es fuerte. Luego volvió al punto donde habíamos quedado. “Tu sabes, Sean, había una famosa foto de Fidel en la invasión de Bahía de Cochinos donde sale parado frente a un tanque ruso. Aún no sabíamos cómo ponerlos a andar en reversa”. Entonces, bromea, “¡la retirada no era una opción!” Demasiado para el “militarista frío”. Raúl Castro era cariñoso, abierto, enérgico e inteligente.
Siguió diciendo que “EEUU envió un grupo de exiliados cubanos entrenados en operativos de reconocimiento avanzado a Bahía de Cochinos. Llegaron en pequeños botes durante la noche para que las huellas se perdieran en la playa. Como los cubanos no pueden vivir sin cantar, hablar y roncar, no pasaron desapercibidos. Así se confirmaron las sospechas de que el plan de ataque estadounidense comenzaría por Bahía de Cochinos.”
Retomé el tema de las elecciones de Estados Unidos repitiendo la pregunta que Brinkly había hecho a Chávez: ¿Aceptaría Castro una invitación a Washington para reunirse con el presidente Obama, asumiendo que ganó en las encuestas, hace algunas semanas? Entonces Castro se pone reflexivo y dice “es una pregunta interesante”, seguido de un más largo e incómodo silencio. “Estados Unidos tiene el proceso electoral más complicado del mundo. Hay expertos ladrones de elecciones en el lobby cubano-estadounidense en Florida…” Intervengo, “Creo que ese lobby se está fracturando”. Y luego, con la certeza de un optimista duro de matar, digo, “Obama será nuestro próximo presidente”.
Castro se ríe, aparentemente de mi ingenuidad, pero la sonrisa desaparece cuando dice, “si no lo asesinan antes del 4 de noviembre, será su próximo presidente.” Noto que no ha contestado aún mi pregunta sobre el encuentro en Washington. “Tu sabes –dice– “que he leído las declaraciones de Obama de que mantendría el bloqueo.” Me interpongo y digo “la palabra que utilizó fue embargo”. “Sí”, dice Castro, “bloqueo es un acto de guerra, entonces los estadounidenses prefieren utilizar la palabra embargo, una palabra utilizada en procedimientos legales… pero en cualquier caso, sabemos que se trata de un conversación pre-electoral y que también ha dicho que está dispuesto a conversar con quien sea”.
Raúl se interrumpe y dice “Probablemente estás pensando, ¡oh!, el hermano habla tanto como Fidel” y nos reímos. “Usualmente no es así, pero tú sabes. Una vez Fidel tuvo una delegación aquí, en esta sala, de China. Estaban muchos diplomáticos y un joven traductor. Creo que era la primera vez que ese traductor estaba con un Jefe de Estado. Todos habían tenido un largo viaje y tenían una diferencia horaria. Fidel, por supuesto, sabía esto, y aún así habló durante horas. De pronto, el que estaba al final de la mesa, justo allá (señalando una silla que estaba cerca), se le comenzaron a cerrar los ojos, luego al otro y después al otro. Pero Fidel continuó hablando, y de pronto todos, incluyendo el de mayor jerarquía a quien Fidel estaba dirigiéndose, se quedaron profundamente dormidos en sus sillas. Entonces, Fidel voltea y mira al único que estaba despierto, el joven traductor, y conversó con él hasta el amanecer”. Hasta este punto de la historia tanto Raúl como yo nos reíamos a carcajadas. Solo me había reunido una vez con Fidel, cuya asombrosa mente y pasión sacan palabras. Pero fue suficiente para imaginarse aquella escena, el que no estaba riéndose era nuestro traductor, cuando Castro volvió retomar la conversa.
“En mi primera declaración después de que Fidel se enfermara, dije que estábamos dispuestos a discutir sobre nuestra relación con Estados Unidos en igualdad de condiciones. En 2006, lo dije otra vez en un discurso en
Se detuvo un instante y pensó: “Te diré algo, y esto nunca lo he dicho públicamente, en algún punto, alguien del Departamento de Estado estadounidense lo había dicho, pero fue rápidamente acallado debido a la preocupación del electorado de Florida, aunque ahora, cuando te digo esto, el Pentágono pensará que soy indiscreto”.
Espero con ansiedad y luego me dice “nosotros hemos mantenido contacto permanente con
Estas reuniones las hacemos cada tercer viernes de cada mes. Alternamos los lugares de encuentro entre la base estadounidense de Guantánamo y en territorio cubano. Realizamos ejercicios conjuntos de respuesta de emergencias, por ejemplo, encendemos una fogata y los helicópteros estadounidenses traen agua de la bahía, junto con helicópteros cubanos. [Antes de esto] la base estadounidense en Guantánamo había creado caos y habíamos perdido guardias de frontera y tenemos evidencia grafica de eso. Estados Unidos ha promovido la emigración ilegal y peligrosa con embarcaciones de los guardacostas que interceptan los cubanos que intentan irse de la isla. Ellos lo traerían a Guantánamo, y comenzó una cooperación mínima. Pero no resguardaríamos más nuestra costa, y dijimos que en caso de que alguien quisiera escapar, procedieran. Entonces, con los temas de navegación fue que comenzó esta colaboración. Ahora, ahí un representante del Departamento de Estado estadounidense en las reuniones de los viernes”. No reveló ningún nombre.
Luego continúa diciendo “el Departamento de Estado tiende a ser menos razonable que el Pentágono, pero nadie dice nada porque… no estoy de acuerdo y hablo fuerte. Este es el único lugar en el mundo donde estas dos milicias se reúnen en paz”.
“¿Y qué hay de Guantánamo?”, pregunté. “Te diré la verdad”, dijo Castro. “la base es nuestro rehén. Como presidente, digo que Estados Unidos debe irse. Como soldado, digo que se queden”.
Me dije a mí mismo “¿tengo una gran historia que explotar? ¿O es poco relevante?” No es cosa rara que los enemigos se hablen tras bastidores. Sabemos de estas negociaciones; incluso esas entre Israel y
Ahora, cambiamos de té a vino tinto y cena. “Déjame decirte algo”, dice. “Últimamente, hemos hecho investigaciones que sugieren enérgicamente que existen reservas de petróleo en aguas profundas mar abierto, que compañías estadounidenses pueden venir a taladrar. Podemos negociar. Estados Unidos está protegido por las mismas leyes comerciales cubanas y quizás pueda haber alguna reciprocidad. Hay 110.000 km2 de mar en el área dividida, explica, “Dios sería injusto si no nos diera un poco de petróleo. No creo que nos prive de esta manera”. Debemos tener petróleo allá. De hecho, la encuesta geológica estadounidense especula que hay 9 mil millones de barriles de petróleo y 21 trillones de pies cúbicos de reservas de gas natural en el norte de la faja de Cuba. Ahora que recientemente han mejorado las ásperas relaciones con México, Castro también está tratando de mejorar sus vínculos con
Luego de cenar, atravieso con el Presidente la puerta corrediza de vidrio que lleva hacia una terraza parecida a un invernadero, con plantas tropicales y pájaros. Mientras tomamos unos sorbos de vino, dice “Hay una película estadounidense, donde la elite está sentada en una mesa tratando de decidir quién será el próximo presidente. Miran por la ventana y ven al jardinero. ¿Sabes de qué película te hablo?” “Being There”, dije. “¡Sí!”, respondió Castro emocionado, “Being There. Me gusta mucho esa película. Con Estados Unidos, existe cualquier posibilidad objetiva. Los chinos dicen: ‘En el camino más largo, se empieza con el primer paso’. El Presidente estadounidense debería tomar este paso, pero sin amenazas a nuestra soberanía. Eso no se negocia. Podemos hacer exigencias sin decirle al otro qué hacer dentro de sus fronteras”.
“Presidente” -le dije- “en el último debate presidencial escuchamos a John McCain impulsando el Tratado de Libre Comercio con Colombia, un país donde son notorios los escuadrones de la muerte y donde han asesinado a líderes trabajadores; sin embargo, las relaciones con Estados Unidos continúan acercándose cada vez más, mientras el gobierno de Bush intenta presionar la concreción del acuerdo a través del Congreso. Como usted sabe, vengo de Venezuela, nación que al igual que Cuba el gobierno estadounidense considera enemiga, a pesar de que le compramos mucho petróleo. Se me ocurre que Colombia razonablemente puede convertirse en nuestro aliado geográfico estratégico en Suramérica, tal como lo es Israel en el Medio Oriente. ¿Podría comentar algo sobre esto?”.
Consideró la pregunta con cautela, y habló en un tono lento y mesurado. “En este momento”, dice, “tenemos buenas relaciones con Colombia, pero diría que si en Suramérica hay un país donde exista un ambiente vulnerable a eso… es Colombia”. Al pensar en la sospecha de Chávez sobre las intenciones de Estados Unidos de intervenir en Venezuela, respiro hondo.
“¿Lo estoy cansando? Me preguntó. No, le respondí; y lo dije en serio. Se estaba haciendo tarde, pero no quería irme sin preguntarle a Castro sobre los alegatos de violaciones a los derechos humanos y el supuesto narcotráfico facilitado por el gobierno cubano. Un informe de Human Rights Watch publicado en 2007 señala que Cuba “sigue siendo el único país en Latinoamérica que reprime casi todas las formas de disidencia política”. Además, actualmente hay más de 200 prisioneros políticos en la isla, de los cuales cerca de 4 por ciento son convictos por crímenes de disidencia no violenta. Mientras espero los comentarios de Castro, no puedo si no pensar en la cercana cárcel estadounidense en Guantánamo y las horribles violaciones a los derechos humanos que Estados Unidos hace en ese lugar.
Castro diría solo esto, “Ningún país está 100 por ciento libre de abusos a los derechos humanos”, me dice, pero insiste en que “las informaciones de los medios estadounidenses son extremadamente exageradas e hipócritas”. De hecho, incluso los disidentes cubanos de alto perfil, como Eloy Gutiérrez Menoyo, reconocen las manipulaciones y acusan a
Una vez dicho esto, soy un estadounidense orgulloso e infinitamente consciente de que si fuese un ciudadano cubano y fuese a escribir un artículo como este sobre el liderazgo cubano, podría estar encarcelado. Además, estoy orgulloso de que el sistema establecido por nuestros padres fundadores, aunque no esté exactamente intacto hoy en día, nunca fue dependiente de un solo gran líder por época. Estos aspectos siguen siendo una pregunta para los héroes románticos de Cuba y Venezuela. Chávez cuenta una historia de Fidel. "Chávez", dijo Fidel, "La historia nos absolverá". A lo que Chávez responde con humildad, "No Comandante, la historia lo absolverá. Yo todavía no puedo afirmar eso". "Bueno," Fidel admite con una sonrisa, "Pero la historia me dijo que te absolverá". El desafío de Chávez es enorme. Él debe mantener su cabeza por encima de las aguas para no ahogarse en su propio poder, evitando que le disparen, y sin su revolución disparar un solo tiro. Es del interés de los EE.UU. ayudarlo y ayudar a la revolución de su país a triunfar. Consideré mencionar esto, quizás debí haberlo hecho, pero tengo otra cosa en mente.
“¿Podemos hablar sobre el narcotráfico?”, pregunté a Castro, a lo que respondió: “Estados Unidos es el mayor consumidor de narcóticos del mundo. Cuba se encuentra justo entre Estados Unidos y sus proveedores. Es un gran problema para nosotros. En el pasado, cuando oficiales cubanos o americanos interceptaban los barcos de contrabando, por lo general los contrabandistas arrojaban las cargas al mar y muchos lavaban paquetes de drogas a las orillas de nuestro archipiélago. Los locales entregarían de inmediato esa droga a los oficiales, como lo establece estrictamente la ley nacional de narcóticos, lo cual limita el mercado local. Con la expansión del turismo, se ha desarrollado un nuevo mercado y luchamos contra eso. También se dice que permitimos a los narcotraficantes volar por el espacio aéreo cubano. No permitimos tales cosas. Estoy seguro de que algunos de esos aviones pasan cerca de nosotros. Es simplemente por las restricciones económicas que ya no tenemos funcionando el radar de baja altitud”.
Esto puede sonar a cuento chino, pero no es así. Según el coronel Lawrence Wilkerson, ex asesor de Colin Powell, quien dijo a Reesse Erlich en una entrevista en enero de 2008 “los cubanos son nuestros mejores aliados en la lucha contra el narcotráfico y la guerra contra el terrorismo en el Caribe. Mucho más que México. La milicia vio a Cuba como un aliado muy cooperativo”.
Quiero formularle a Castro mi pregunta incontestada una última vez dado que nuestro lenguaje corporal sugiere que hemos llegado a la medianoche. Ya es la 1, pero él comienza. “Ahora” –dice- “preguntaste si aceptaría reunirme con [Obama] en Washington. Tendría que pensarlo. Lo discutiría con todos mis camaradas en la dirigencia. Personalmente, creo que no sería justo ser el primero en visitarlo porque siempre son los presidentes latinoamericanos quienes van a Estados Unidos primero. Pero también sería injusto esperar que el Presidente de Estados Unidos venga a Cuba. Deberíamos reunirnos en un lugar neutral”.
Hace una pausa y pone a un lado su vaso de vino vacío. “Quizás podríamos reunirnos en Guantánamo. Debemos reunirnos y comenzar a solucionar nuestros problemas, y al final de la reunión, podríamos darle un regalo al Presidente… Podríamos enviarlo a casa con la bandera estadounidense que ondea en
Cuando salimos de su oficina, nos sigue el personal mientras el presidente Castro me acompaña en el ascensor hasta el lobby y camina conmigo hasta el auto que me espera. Le agradecí la generosidad de esta ocasión. Cuando mi conductor estaba a punto de arrancar, el Presidente toca mi ventana. La bajo y revisa su reloj para decirme que habían pasado siete horas desde que comenzó la entrevista. Sonriendo, me dice: “Ahora llamaré a Fidel. Puedo prometerte que cuando Fidel se entere de que he hablado contigo siete horas, se asegurará de concederte siete horas y media cuando regreses a Cuba”. Compartimos una risa y un último apretón de manos.
Había llovido temprano en la noche. En esta oscuridad de las primeras horas del día, mientras nuestros neumáticos navegaban sobre el pavimento mojado, pensé que los asuntos más básicos de la soberanía ofrecen una idea sustancial de las complejidades del antagonismo de Estados Unidos hacia Cuba y Venezuela, así como hacia las políticas de estos dos países.
Tan sólo han tenido dos opciones: ser imperfectamente nuestros o imperfectamente a su propia manera. Nuestros tres países albergan realidades deprimentes y gloriosas, esperanzas empañadas y sueños vivos. Todos compartimos un deseo innegable de respeto. En los Estados Unidos hemos crecido recitando el mantra “Somos el país más grande de la tierra” Se siente bien y patriótico decirlo, ¿no? Pero pensemos. Piensen lo bueno que será para nosotros y nuestros hijos descubrir que es No es una declaración de la verdad. ¿No estaríamos mejor si pudiésemos celebrar legítimamente nuestro lugar ENTRE los grandes países y las culturas de un mundo diverso? Decidí esa noche sumarme a los Castros y a Hugo Chávez en creer que puede ser así con Barak Obama. Como el niño nacido en 1960 en la época de los asesinatos de líderes de América, la guerra de Vietnam y Watergate, voy a lanzar el dado una vez más.
Viva Cuba. Viva Venezuela. Viva EEUU
Cuando regresé a
Cuando llegamos a Houston, me di cuenta de que había subestimado la gruesa piel de estos dos profesionales. El hielo que había percibido temprano ya se había derretido. Nos despedimos y celebramos lo que habían sido varios días de suspenso. Ninguno fue tan rencoroso como para preguntarme el contenido de mi entrevista, pero Christopher se dirigió a su trasbordo con unas palabras: “Bueno, supongo que lo leeremos”.
¡Sí, se puede!
Me senté al filo de mi cama con mi esposa, mi hijo y mi hija. Las lágrimas bajaron por mi rostro mientras Barack Obama habló por primera vez como Presidente electo de los Estados Unidos de América. Cerré mis ojos y comencé a ver una película en mi cabeza. Podía escuchar la música también, nada más apropiado que las Dixie Chicks versionando una canción de Fleetwood Mac mientras rodaban imágenes en cámara lenta. Ahí estaban: Bush, Hannity, Cheney y McCain, Limbaugh y Robertson, Luis Posada Carriles. Los vi a todos, y la canción se escuchaba más alto a medida que la imagen de Sarah Palin se apoderó de la pantalla. Natalie Maines cantaba dulcemente:
And I saw my reflection in the snow-covered hills (Y vi mi reflejo en las colinas cubiertas de nieve)
till the landslide brought me down (Hasta que la avalancha me derribó).
Landslide brought me down... (La avalancha me derribó…)
http://www.thenation.com/doc/20081215/pennhttp://www.thenation.com/doc/20081215/penn
[1] En referencia a Sean Hannity, presentador conservador y productor ejecutivo del programa de “análisis” y debate político Hannity&Colmes, uno de los más conservadores dentro de Fox News Channel. La “contraparte liberal” de Hannity es el señor Alan Colmes.
[2] Blackwater, al igual que DynCorp, son compañías contratistas militares que proporcionan entrenamiento táctico, ofensiva militar y operaciones defensivas a militares de Estados Unidos y otros países. Este tipo de empresas privadas son las que contrata el gobierno estadounidense para “pagarse y darse el vuelto” en las guerras que promueve.
[3] La frase utilizada por el autor en inglés es I'm Off to See the Wizard, en referencia a la canción de la banda sonora en inglés de la película El mago de Oz.
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