domingo, 2 de marzo de 2008

PRINCIPIOS ELEMENTALES DEL SOCIALISMO I Parte


Leo Huberman


EL ANÁLISIS SOCIALISTA DEL CAPITALISMO. 1.- La lucha de clases No importa que las personas sean ricas o pobres, fuertes o débiles, blancas, amarillas o cobrizas, porque en cualquier parte que se encuentren deben producir y distribuir las cosas que necesitan, a fin de poder vivir.El sistema de producción y distribución que conocemos en Argentina se llama capitalista. Casi todos los países en el mundo tienen hoy el mismo sistema.A fin de producir pan, vestuario, casas, revistas, medicinas, escuelas, estas y demás cosas, se necesitan dos elementos esenciales:1.-Tierras, minas, materias primas, máquinas, fábricas: Lo que los economistas llaman "medios de producción".2.- Trabajo: Obreros que utilizan su fuerza y pericia aplicándolas sobre los medios de producción, obteniendo las cosas necesarias.En Argentina, así como en otros países capitalistas, los medios de producción no son de propiedad pública, de todos. La tierra, las materias primas, las fábricas, máquinas, son propiedad de individuos -los capitalistas-. Éste es un hecho de enorme importancia. La circunstancia de que una persona sea dueña o no de medios de producción determina su posición dentro de la sociedad. Si Ud. pertenece al reducido grupo de propietarios de medios de producción -la clase capitalista-, Ud. puede vivir sin trabajar. Si Ud. pertenece al numeroso grupo que no posee medios de producción -la clase trabajadora-, Ud. no puede vivir, a menos que trabaje.Una clase vive de sus propiedades, la otra clase vive de su trabajo. La clase capitalista obtiene sus rentas mediante el empleo de otras personas para que trabajen por ella; la clase trabajadora gana su renta en la forma de salario por el trabajo que hace. Ya que el trabajo es esencial para la producción de mercaderías que necesitamos a fin de poder vivir, alguien podría suponer que, aquellos que hacen el trabajo -la clase trabajadora- estarían muy bien recompensados. Pero no lo están. En la sociedad capitalista, no son aquellos que trabajan los que se llevan la gran parte de las rentas, sino los propietarios, dueños de los medios de producción.
La ganancia es la fuerza que mueve las ruedas de la sociedad capitalista. El hombre de negocios más exitoso es aquel que paga lo menos posible por la compra y trata de obtener el máximo por lo que vende. El primer paso en el camino hacia las grandes ganancias es reducir los gastos. Uno de los gastos de producción son los salarios de los trabajadores. Está en el interés del patrón, por lo tanto, pagar salarios tan bajos como sea posible.
Los intereses de los dueños de medios de producción y de los hombres que trabajan para ellos, son opuestos. Para los capitalistas, la propiedad está en primer lugar, los hombres en segundo lugar. Para los trabajadores, el hombre -ellos mismos- está en primer lugar, la propiedad está en segundo lugar. Por eso es que, en la sociedad capitalista, hay siempre un conflicto entre las dos clases.
Ambos bandos en la lucha de clases actúan en la forma que lo hacen, porque tienen que hacerlo así. El capitalista tiene que obtener ganancias para permanecer como capitalista. El trabajador tiene que luchar por salarios decentes para poder sobrevivir. Una clase puede tener éxito solamente a expensas de la otra.
Todas las conversaciones acerca de la "armonía” entre el capital y el trabajo, no tiene mayor sentido. En la sociedad capitalista no puede existir tal armonía, porque lo que es bueno para una clase es malo para la otra, y viceversa. 2.- La Plusvalía En la sociedad capitalista, el hombre no produce las cosas que necesita, a fin de satisfacer sus propios deseos, sino que produce cosas a fin de vendérselas a otro. Antiguamente las personas producían las cosas para su propio uso, pero hoy día ellas producen mercadería para el mercado.
El sistema capitalista descansa sobre la producción y cambio de mercaderías.El trabajador no posee medios de producción. El puede ganarse la vida solamente en una forma: Arrendándose él mismo por el pago de un salario a aquellos que lo emplean. Él entra al mercado con una mercadería que vender: Su capacidad para trabajar, su fuerza de trabajo. La fuerza de trabajo es lo que el empleador compra del obrero. Por esa fuerza el empleador le paga un salario. El trabajador vende su mercadería, la fuerza de trabajo, a cambio de la cual el patrón lo retribuye con un salario.¿Cuánto será el salario que ganará? ¿Qué determina el monto de su salario?La clave de la respuesta está en el hecho de que lo que el trabajador tiene que vender es una mercadería. El valor de su fuerza de trabajo, así como el de cualquiera otra mercadería, está determinado por el total de tiempo de trabajo socialmente necesario para producirla. Pero puesto que la fuerza de trabajo del obrero forma parte de él mismo, el valor de su fuerza de trabajo es equivalente a los alimentos, vestuario y habitación necesarios para mantenerlo vivo (y dado que la oferta de trabajo debe aumentar, para sostener una familia).En otras palabras, si el dueño de una fábrica, mina o molino quiere que alguien le trabaje cuarenta y ocho horas semanales, debe pagarle al que trabaja, lo suficiente para sobrevivir y permitirle criar una familia que lo reemplace cuando llegue a viejo y no pueda trabajar, o bien muera.Los trabajadores obtendrán, entonces, en retribución a su fuerza de trabajo, salarios de subsistencia y (en algunos casos) un poco más para permitirles comprar una radio, un reloj, o una entrada al teatro de cuando en cuando.¿Significa esta ley económica que los trabajadores tenderán a obtener meros salarios de subsistencia, y que la acción política y de los sindicatos de obreros es inútil? No, definitivamente no es así. Por el contrario, los trabajadores, a través de sus sindicatos, han sido capaces, en Argentina y en otros países, de elevar los salarios por sobre el mínimo del nivel de subsistencia. Y es muy importante tener presente que esa es la única forma abierta a los trabajadores para resguardarse en algo de esa ley económica que opera durante todo el tiempo.¿De dónde provienen las ganancias de los capitalistas?La respuesta hay que encontrarla en que las ganancias, en general, están en el proceso de producción, y no en el intercambio de las mercaderías. Las ganancias que percibe la dase capitalista surgen de la producción.Los trabajadores, al transformar las materias primas en artículos terminados, traen al mundo una nueva riqueza; crean, en otras palabras nuevos valores. La diferencia entre lo que el trabajador recibe en salarios y el monto de nuevo valor que él ha agregado a las materias primas, es lo que se guarda el patrón.
De ahí de donde provienen las ganancias de la clase capitalista.Cuando un trabajador se arrienda a sí mismo a un patrón, él no le vende al patrón lo que produce; lo que el obrero vende al empleador es su capacidad para producir.El empleador no le paga al trabajador por el producto de ocho horas de trabajo; el patrón le paga para que trabaje durante ocho horas.El obrero vende su fuerza de trabajo por todo lo que dure la jornada diaria —digamos ocho horas—. Ahora, supongamos que el tiempo necesario para producir el valor que el obrero recibe en salario es de cuatro horas. El obrero no se detiene ahí y se va a su casa. De ninguna manera. El ha sido alquilado para trabajar ocho horas. El tiene que continuar trabajando otras cuatro horas. En estas cuatro horas él está trabajando no para sí mismo, sino para su patrón. Una parte de su trabajo es pagada, la otra parte es trabajo no pagado. Las ganancias del empleador tienen su origen en el trabajo no pagado.Tiene que existir una diferencia entre lo que el trabajador recibe y lo que él produce, pues de otra manera el patrón no le daría trabajo. La diferencia entre lo que el trabajador recibe en salarios y el valor de la mercadería que él produce, se llama plusvalía. La plusvalía es la ganancia que va a manos del patrón. Éste compra la fuerza de trabajo a un precio y vende el producto del trabajador a un precio más alto. La diferencia —la plusvalía— se la guarda para él. 3.— La Acumulación de Capital El capitalista empieza su negocio con dinero. Con dinero él compra medios de producción y fuerza de trabajo. Los trabajadores, al aplicar sus fuerzas de trabajo sobre los medios de producción, producen mercaderías. El capitalista toma estas mercaderías y las vende por dinero. El total de dinero que él recibe al final del proceso debe ser mayor que el total con que ha comenzado. La diferencia es su ganancia.Si el total de dinero que él obtiene al final del proceso no fuera mayor de lo que tenía al comienzo, entonces no habría ganancia y pararía la producción. La producción capitalista no empieza ni termina con las necesidades del pueblo. Ella comienza y termina siempre con el móvil del dinero.Una suma de dinero no puede convertirse en una suma de dinero mayor estando ocioso, atesorado. Solamente puede crecer cuando se usa como capital, es decir, comprando medios de producción y fuerza de trabajo, obteniendo de esta manera una participación en las nuevas riquezas creadas por los trabajadores cada hora, cada día y durante todo el año.Se trata de un verdadero círculo. El capitalista busca más y más ganancias, a fin de acumular más capital (medios de producción y fuerza de trabajo), con más capital obtiene más ganancias, con más ganancias acumula más capital, con más capital él puede, etc.Ahora bien, la forma de aumentar las ganancias es conseguir que los trabajadores produzcan más mercaderías, cada vez más rápido, y cada vez a menores costos.La idea no está mal, pero ¿cómo lo consiguen? Máquinas y "racionalización" es la respuesta. Mayor división de trabajo. Velocidad.Producción en masa. Mayor eficiencia en las fábricas. Más máquinas.Máquinas automáticas que permiten al trabajador producir tanto como media docena de obreros anteriormente, tanto como diez, veinte, cincuenta.Los trabajadores que quedan "superfluos" por el uso de maquinarías, se convierten en el "ejército industrial de reserva", constituido por hombres a punto de morirse de hambre y que, por su misma existencia, ayudan a mantener bajos los salarios de aquellos que han tenido la suerte de mantener sus empleos.Las máquinas crean no solamente una población "excedente" de, trabajadores, sino que también transforman el carácter del trabajo. El trabajo no calificado, mal pagado, ante una máquina moderna funciona con la misma eficiencia que el trabajo calificado, mejor pagado, deprimiéndose el nivel de los salarios. Los niños pueden ocupar el lugar de los adultos en las fábricas; las mujeres pueden reemplazar a los hombres.La competencia obliga a cada capitalista a buscar los medios a fin de producir las mercaderías más baratas que los demás. Mientras menor sea "el costo por unidad de trabajo", más posibilidades hay de sobrepasar a los competidores y seguir haciendo ganancias. Con la extensión del uso de la maquinaria, el capitalista está en condiciones de que los trabajadores produzcan más y más mercaderías, cada vez más rápidamente y a menores costos.Pero las maquinarias nuevas y mejoradas que hacen posible esta situación cuestan sumas elevadas de dinero. Significan una producción en mayor escala que antes; significan fábricas cada vez más grandes. En otras palabras, significan la acumulación de más y más capital.El capitalista no tiene posibilidad de elegir. Las ganancias más grandes son para los capitalistas que utilizan los métodos técnicos mas avanzados y eficientes. De esta manera los capitalistas se ven obligados al mejoramiento de sus instalaciones. Pero estos mejoramientos requieren de más y más capital. Para permanecer dentro del mundo de los negocios, para afrontar la competencia de otros y preservar lo que tiene, el capitalista debe expandir constantemente su capital.No solamente él desea más ganancias para acumular más capital y poder hacer mayores ganancias todavía, sino que él está forzado a hacerlo por la naturaleza misma del sistema. 4.- Los Monopolios Uno de los mitos más grandes que se ha hecho tragar al pueblo argentino es la afirmación continuamente repetida de que nuestro sistema económico es uno de “libre empresa privada”.Esto no es efectivo. Solamente una muy pequeña parte de nuestro sistema económico es competitivo, libre, individualista. El resto —y con mucho la parte más importante— es exactamente lo contrario: está monopolizado, controlado por un puñado de empresas. La competencia, de acuerdo con la teoría, era una cosa muy bonita. Pero pronto los capitalistas encontraron que la teoría no calzaba con la práctica. Encontraron que la competencia disminuía las ganancias, mientras que el acuerdo y la combinación las aumentaban.Si ellos estaban interesados en las ganancias máximas, entonces, ¿para qué competir? Era mucho mejor, desde su punto de vista, ponerse de acuerdo.El sistema económico argentino está dominado por un puñado de grandes monopolios. Unas pocas empresas privadas y extranjeras dominan la extracción y refinación del petróleo tras la privatización de YPF. Los comerciantes menores del ramo, por ejemplo los dueños de estaciones de servicio, están condenados a aceptar las condiciones que les imponen aquellas. En la construcción, una sola empresa controla el 48 % del mercado, y el resto se reparte entre otras pocas. Casi toda la producción agrícola exportada es comercializada a través de un puñado de grandes cerealeras. La tecnificación, el uso de fertilizantes, transgénicos, etc. está aumentando dramáticamente la dependencia de miles de agricultores de poquísimas grandes compañías multinacionales, cuyas políticas moldean a todo el sector.Así podríamos seguir y veríamos que en cada una de las ramas productivas unos pocos empresarios (que las más de las veces actúan mediante acuerdos entre ellas, llamados pools o carteles) dominan toda la economía.Capítulo aparte merecen las privatizaciones, que al devolver servicios e infraestructuras básicas, utilizadas por todo el aparato productivo (teléfonos, ferrocarriles, puertos, rutas con peajes, producción de energía, líneas aéreas, provisión de agua y cloacas, etc.) a empresas privadas, acentuaron dramáticamente esta realidad. Tanto más cuando los principales accionistas de las mismas suelen serlo también de bancos, otras empresas monopólicas, etc. En general, mientras más desarrollado esté un país capitalista, más monopolizado estará su sistema económico. Los Estados Unidos, el país capitalista más avanzado, es el más dominado por los monopolios. Ahí, prácticamente, ninguna actividad se escapa al monopolio: el petróleo, el acero, azúcar, whisky, hierro, carbón, aviación, ferrocarriles, cigarrillos, barcos, etc. El monopolio permite a los monopolistas alcanzar su propósito de hacer tremendas ganancias. Las industrias que tienen competencia hacen ganancias en los tiempos buenos, y tienen pérdidas en los tiempos malos. Pero con los monopolios la cosa es diferente: Ellos tienen ganancias enormes en todo tiempo, sea que los tiempos sean buenos o malos. Y los monopolios extranjeros llevan el estandarte en ésto de las ganancias.Cuando surgen fuertes protestas por los abusos de los monopolios y del peligro que encierra el hecho de que la riqueza esté concentrada en tan pocas manos, no faltan los defensores de los grandes consorcios que niegan que el cuadro sea tan malo. Estos defensores dicen que si bien es cierto las utilidades son altas, ellas son distribuidas entre miles de accionistas. Sostienen que existe una distribución adecuada de las acciones y pretenden hacer creer que los verdaderos dueños de las empresas son miles de personas modestas que sólo tienen un par de acciones. Muchas personas se han tragado esta afirmación de la propaganda norteamericana. Aquí, nadie cree que el "pueblo" sea el dueño de las empresas, pero la propaganda trata de hacer creer que sí lo es en los Estados Unidos.Veamos lo que pasa en ese país.El número de accionistas de una compañía puede, en verdad, ser muy grande. Pero esto no dice nada. Lo que es significativo es Cuántos tienen cuánto. Lo que tiene importancia es cómo se distribuyen las ganancias entre los accionistas. Y en tanto usted conoce las cifras, encuentra que "el pueblo", como un todo, participa de una microscópica parte de la industria norteamericana, mientras un puñado de grandes propietarios son los dueños efectivos de la industria y se llevan las colosales ganancias. El presidente Roosevelt reconoció esta situación, en su mensaje, al Congreso en 1938, cuando dijo: "El año 1929 fue el año en que mejor distribuido estuvo el mercado de accionistas. Pero incluso en ese año, tres décimos de uno por ciento de la población recibió el 78 % de los dividendos percibidos por las personas. Esto es lo mismo que decir que por cada 300 personas de nuestra población, una percibió 78 centavos por cada dólar repartido en dividendos, mientras que las otras, 299, se dividieron entre ellas los 22 centavos restantes".Y, desde 1929 hasta ahora, la riqueza ha seguido concentrándose, y nuevos y más gigantescos monopolios han surgido. 5.— La Distribución de la Renta En el sistema capitalista, la mayor parte de la renta que se genera en el proceso productivo, va a parar a manos de los dueños de producción. En Argentina, la desigualdad es tan grande, que el decil (10 %) más rico de la población, se apropia del 44,6 % del ingreso nacional, mientras que el decil más pobre sólo recibe el 0,9 %, o sea que en promedio los últimos ganan 50 veces menos que los primeros[1]. Aquí, nadie le creería a alguien que dijera que el pueblo está recibiendo una retribución "justa”, que le permite vivir decentemente. Pero con frecuencia se argumenta que ésto se debe a que el país no está lo suficientemente desarrollado y que una vez que lo esté, el pueblo si vivirá en mejores condiciones. Se pone como ejemplo de país donde el obrero vive bien, a los Estados Unidos. Se dice que debemos seguir el ejemplo de ese país.No es efectivo que los norteamericanos vivan tan bien. La verdad es que mientras una minoría afortunada vive a todo lujo, una gran parte vive modestamente. En Washington y otras grandes ciudades de los EEUU, una gran cantidad de “homeless” (sin hogar) viven en la calle. Sólo en San Francisco, se calculan unos diez mil.[2] El número de hogares por debajo de la línea de pobreza era del 11,7 % de la población total, trepando a un 22,7 % entre los negros y 21,4 % de los hispanos.[3]En los Estados Unidos, así como en los demás países capitalistas a lo largo de los años ha existido un continuo proceso de aumento de la producción de bienes y servicios. Muchas cosas útiles y prácticas están ahora al alcance del pueblo.Sin embargo, la capacidad del pueblo para adquirir estas cosas no aumenta con la misma velocidad en que aumenta la producción. La proporción de la renta nacional que percibe el pueblo es muy pequeña, para permitir a todos comprar las cosas que harían más agradable la vida de los trabajadores.Es cierto que los obreros de los Estados Unidos viven mejor que los argentinos, como también es cierto que los argentinos viven mejor que los obreros bolivianos. Pero en un caso significa, no que los obreros norteamericanos vivan bien, sino que nosotros estamos muy mal; y en el otro caso, no significa que los obreros argentinos vivan bien, sino que los trabajadores bolivianos están en una situación todavía peor que la nuestra. Y ciertamente estaría engañando a su pueblo el dirigente boliviano que dijera que Argentina es el paraíso de los trabajadores.A nivel mundial –téngase en cuenta que el capitalismo es hoy ampliamente predominante en casi todo el planeta-, 1.300.000 millones de personas viven con menos de 1 u$s por día, mientras que la riqueza de los 3 individuos más ricos del mundo es superior a al ingreso de los 43 países más pobres.A su vez 25.000 personas mueren de hambre y pobreza cada día, o sea casi la misma cantidad que fallecían durante la mayor masacre de la Historia, la Segunda Guerra Mundial. La FAO (Organización de la ONU para la Agricultura y la Alimentación) ha reconocido el fracaso de los planes para cambiar esta realidad.[4] 6.— Crisis y Estancamiento Las cifras respecto de la distribución (o mejor dicho, la mala distribución) de la renta revelan una de las debilidades básicas del sistema capitalista en su aspecto económico.La renta que percibe la masa del pueblo es, por regla general, demasiado pequeña para consumir la producción corriente de la industria, y mucho menos permite la ampliación del mercado interno.La renta de la clase rica es, por regla general, demasiado grande como para hacer inversiones productivas en un mercado tan limitado por la pobreza de los muchos.El grueso de la población querría comprar más cosas y dar utilización a la capacidad ociosa de las industrias; pero no tiene el dinero suficiente. Los pocos que tienen el dinero, tienen tanto que no saben en qué gastarlo, a pesar que recurren a todo tipo de consumos innecesarios, ostentosos y extravagantes: Bill Gates, el dueño de Microsoft tiene una casa cuyas paredes cambian de color con el estado de ánimo del dueño; Silvio Berlusconi, el hombre más rico de Italia y “casualmente” su jefe de gobierno; posee, entre otras, una residencia tan grande como el Estado Vaticano, 27 habitaciones, cataratas artificiales y y un anfiteatro griego.[5]Existe mercado interno para una producción en términos de necesidades de los trabajadores; no existe en términos de capacidad de éstos para comprar los bienes que necesitan. A pesar de ello, y precisamente por la necesidad desesperante de colocar más productos, los capitalistas despilfarran enormes sumas en publicidad, a los fines de crear artificialmente nuevas necesidades. En 1998 se calculaba en 435 millones de u$s anuales (más de 5 veces el ingreso total de toda la población de los países pobres).[6]El resultado de esta situación son el estancamiento y las depresiones periódicas del sistema.La globalización no ha resuelto este problema básico del capitalismo, pero le ha dado características propias. La superproducción a nivel mundial en la década de los ´90, derivó en una serie de crisis que se fueron trasladando de país en país: Efecto “tequila”, crisis de Tailandia, efecto “caipirinha”, etc. Es decir que la mayor o menor capacidad de los dirigentes de cada país para sortear la coyuntura les permitían sacarse de los hombros lo más pesado y trasladar la recesión a otros países; pero el trasfondo era el mismo, el problema uno solo: Las periódicas crisis de superproducción que el capitalismo presenta desde sus orígenes.Para retener la ganancia máxima, el capitalista paga tan poco como le sea posible, a sus trabajadores.Para vender el máximo y seguir aumentando la producción, el capitalista debería pagar el máximo a los trabajadores.El capitalista no puede hacer ambas cosas.Bajos salarios para tener altas ganancias; pero, al mismo tiempo, para el sistema capitalista como un todo; los bajos salarios impiden la realización de las ganancias al reducirse la demanda por bienes.La contradicción es insoluble.Dentro del marco del sistema capitalista, no existe ninguna salida. El estancamiento y la depresión estarán siempre con nosotros.Después de la gran crisis de los años 30, pareció que el capitalismo había agotado, para siempre, su capacidad de expansión. De aquí que las preocupaciones de sus defensores estuvieran centradas en mantener la presión en un mínimo y hacerla tolerable al pueblo. Pero los paliativos inventados por los economistas burgueses no funcionaron. La gente quería trabajo y las posibilidades del sistema de darlo eran muy remotas. De acuerdo con J. M. Keynes, el famoso economista burgués contemporáneo, "La evidencia indica que la ocupación plena, o siquiera aproximadamente plena, es de ocurrencia muy rara y de corta vida".Pero la gente buscaba trabajo y el sistema, si quería sobrevivir, tenía que dárselo. Había una sola forma en que el sistema capitalista podía proveer trabajo. Una, bajo la cual los paralizantes defectos del capitalismo —el subconsumo al lado de la sobreproducción— podían superarse. Había un remedio para la fatal enfermedad del capitalismo, de las crisis y el estancamiento: La guerra.Después de la crisis de los años 30, se ha hecho evidente que la guerra y la preparación para la guerra, solamente, permitían, al capitalismo internacional, funcionar de manera de proporcionar trabajo suficiente a los hombres, utilizar las maquinarias y material. De una situación de enorme desempleo en los principales países capitalistas antes de la Segunda Guerra Mundial, se pasó rapidamente a otra en la que los trabajadores ya no alcanzaban (especialmente al haberse convertido muchos de ellos en soldados) y hubo que incorporar masivamente a las mujeres, y en el caso del nazismo, a los trabajadores esclavos de los países sometidos.Tras el fin de la Guerra Fría, la continuidad del armamentismo (el presupuesto militar de los EEUU supera hoy los 400.000 millones de dólares, casi 3 veces el Producto Bruto Interno de Argentina), las guerras de Yugoslavia, Afganistán e Irak, muestran que la necesidad del capitalismo de recurrir a la guerra para destruir grandes cantidades de riquezas y vidas que no es capaz de encauzar constructivamente en paz, sigue completamente vigente.Mantener elevada la tasa de ganancia requiere imprescindiblemente de las grandes “oportunidades de negocios”, que la guerra implica. Ello no se limita a la conquista militar de mercados, campos petrolíferos, etc. Comienza con las industrias de armamentos, radares, satélites, comunicaciones militares, etc; sigue con las “empresas” privadas que crecientemente intervienen en las guerras haciendo tareas muchas veces vedadas a los ejércitos regulares, y culminan en los negocios de la “reconstrucción” de Kosovo, Irak, etc; que previamente las propias tropas han destruido. El análisis de los ciclos económicos de los EEUU entre 1900 y 1960 muestra que la mayoría de los principales momentos de mayor auge económico fueron los de la 1ª y 2ª Guerra Mundiales y la de Corea. La Segunda en especial fue la mejor etapa de la economía.[7] A más muerte y destrucción, mejores negocios para los capitalistas. 7.— El Imperialismo y la Guerra En las potencias capitalistas avanzadas el desarrollo de la gran industria monopólica trajo consigo una expansión muy grande de las fuerzas productivas. La capacidad de los industriales para producir mercaderías, crecía más rápidamente que la capacidad de sus conciudadanos para consumir la producción.Esto significó que, los industriales tuvieran que vender sus bienes fuera de su mercado interno. Estaban obligados a encontrar mercados extranjeros que absorbieran los excedentes de manufacturas.¿Dónde encontrarlos?Había una respuesta: las colonias y países dependientes.La necesidad de encontrar mercados para los excedentes de manufacturas era solamente una parte de la presión sobre las colonias y países atrasados. La producción en masa, en gran escala, necesita de grandes abastecimientos de materias primas. El caucho, petróleo, salitre, cobre, estaño, níquel, todas éstas y muchas otras más, eran materias primas necesarias a los monopolios de las grandes potencias capitalistas. Los monopolios buscaban adueñarse o controlar las fuentes de estas materias primas tan necesarias. Este fue el segundo factor en el desarrollo del imperialismo.Pero más importante que cualquiera de éstas presiones fue la necesidad de encontrar un mercado para otro excedente: El excedente de capital.Esta fue la causa principal del imperialismo.La industria monopolista trajo inmensas ganancias a sus dueños. Superganancias. Más dinero del que sus dueños sabían hacer con él. Más dinero del que podían gastar. Más dinero del que podían invertir en su propio país y obtener una buena ganancia. Una sobreacumulación de capital.Esta alianza de industria y la finanzas, que busca ganancias en los mercados externos colocando manufacturas y capital excedentes, fue la fuente del imperialismo. El economista inglés J. A. Hobson, ya en el ano 1902, dijo en su libro sobre este tema: "El imperialismo es el esfuerzo de los grandes consorcios industriales para ampliar los canales para sus excedentes de riqueza, mediante la búsqueda de mercados extranjeros y las inversiones en el extranjero, llevando las mercaderías y el capital que no tienen venta o utilización en casa". V. I. Lenin, el genial continuador de la doctrina de Marx y Engels, desarrolló la interpretación marxista del imperialismo en su libro "El imperialismo, fase superior del capitalismo". El trato a que son sometidos los pueblos coloniales y los países dependientes varía de tiempo en tiempo y de lugar en lugar. Pero las atrocidades del imperialismo fueron y son generales y ninguna nación imperialista tiene limpias sus manos. Un escritor no marxista, Leonard Woolf, refiriéndose a las naciones europeas, decía: "Así como en los países de Europa han aparecido, en los últimos cien años, clases sociales claramente definidas, los capitalistas y los obreros, los explotadores y los explotados, así también en la sociedad internacional han aparecido clases claramente definidas, las potencias occidentales europeas y las razas oprimidas de África y Oriente: la una dirigiendo y explotando; la otra, dirigida y explotada".Se dice que los Estados Unidos, por el hecho de no tener grandes colonias, no ha sido y no es una potencia imperialista. Esto no es efectivo: Los Estados Unidos han sido y son tan imperialistas como las potencias europeas. La política gubernativa, el dinero de las arcas fiscales, y la fuerza del gobierno norteamericano, han sido siempre usados para defender las ganancias y las inversiones de los grupos monopolistas. Hasta el propio presidente Taft tuvo que reconocer la estrecha connivencia que existía entre los monopolios capitalistas y la política gubernativa: "Aun cuando es conveniente que nuestra política exterior no se separe del recto camino de la justicia, puede ser muy necesario que ella esté revestida de una activa intervención, a fin de asegurar a nuestros negociantes y capitalistas, las oportunidades de inversiones jugosas".Durante todo el siglo veinte, en cada gran potencia industrial el monopolio capitalista siguió desarrollándose, y junto con él creció el problema de qué hacer con los excedentes de capital y de mercaderías. Cuando los distintos gigantes que controlan sus propios mercados nacionales se enfrentaron en los mercados internacionales, hubo, en un comienzo, competencia —larga, dura y amarga—. En seguida vinieron los acuerdos, las asociaciones, los carteles, en escala internacional.Con estas grandes asociaciones internacionales que pactaban acuerdos para repartirse el mercado mundial, parecería que la competencia aflojaría y se entraría en un largo periodo de paz. Pero esto no sucedió, porque las relaciones de fuerza entre las potencias y los monopolios cambian constantemente. Algunas compañías siguieron creciendo cada vez más poderosas, mientras que otras declinaban. Lo que en un principio fue un reparto aceptable, se, transformó, después, en algo inaceptable. Comenzó el descontento en los grupos poderosos y la lucha por una cuota mayor. Cada gobierno se aferró a la defensa de los monopolios de su país. El resultado inevitable fue la guerra.El imperialismo conduce a la guerra. Pero la guerra no resuelve nada permanente. Los problemas que no pueden resolverse en negociaciones, en torno a una mesa de discusión, no desaparecen tampoco aun cuando la negociación sea. hecha con altos explosivos, con bombas atómicas, con cadáveres y con cuerpos mutilados.Mientras perdure el imperialismo, éste estará preocupado de buscar, a cualquier precio, mercados para sus excedentes de manufacturas y capital, Y el peligro de un desastre bélico no terminará completamente hasta que el imperialismo no sea reducido a la impotencia por la lucha activa de los trabajadores por el socialismo y la paz entre los pueblos.8.— El Estado La propiedad privada de los medios de producción es una clase muy especial de propiedad. Entrega a la clase poseedora, el poder sobre la clase desposeída. Permite a sus dueños, no solamente vivir sin trabajar, sino también pueden determinar si los obreros trabajarán o no, y bajo qué condiciones. Se establece una relación de amo a sirviente, con la clase capitalista en la posición de dar órdenes, y la clase trabajadora en la posición de recibir y obedecer,Es muy comprensible, entonces, que exista un perpetuo conflicto entre las dos clases.La clase capitalista, a través de su explotación de la clase trabajadora, es graciosamente recompensada con riquezas, poder y prestigio, mientras la clase trabajadora es pagada con la inseguridad, la pobreza y miserables condiciones de vida.Ahora, es evidente que tiene que haber alguna forma mediante la cual este esquema de relaciones de propiedad —tan ventajoso para unos pocos y tan desventajoso para los muchos— es mantenido. Tiene que existir alguna institución con el poder suficiente dentro del sistema social, capaz de preservar el dominio de la minoría rica sobre la mayoría pobre.Existe tal institución: Es el Estado.
Es la función del Estado proteger y preservar las relaciones de propiedad existentes, que permiten a la clase capitalista dominar a la clase trabajadora.Es la función del Estado sostener el sistema de opresión de una clase sobre otra.En el conflicto entre aquellos que poseen los medios de producción y los desposeídos, los primeros encuentran en el Estado el arma indispensable contra los segundos.La clase dirigente pretende hacer creer a la gente, que el Estado está sobre las clases: Que el gobierno representa a todo el pueblo, al rico como al pobre, al grande como al chico. Pero, puesto que la sociedad capitalista está basada en la propiedad privada, se deduce que cualquier ataque contra la propiedad privada encontrar la resistencia del Estado, el que recurrirá a la violencia, si es necesario.Por lo tanto, mientras existan las clases, el Estado no puede estar sobre las clases —tiene que estar siempre del lado de la clase dirigente—. Que el Estado es un arma de la clase dirigente es tan claro, que Adam Smith, el famoso economista del liberalismo, lo entendía perfectamente ya en 1776, en su famoso libro "La Riqueza de las Naciones". Smith escribió: "El gobierno civil, en tanto es instituido para proteger la propiedad, es en verdad instituido para defender al rico contra el pobre, para servir a aquellos que tienen propiedades, contra aquellos que no tienen nada".La clase que domina económicamente, la que posee los medios de producción, es también la que domina políticamente.Es efectivo que en una democracia como la argentina, el pueblo vota por sus respectivos candidatos para que vayan al gobierno. Pero esta libertad se reduce en gran parte a elegir a los representantes de los partidos tradicionales y otros que están por la defensa de las relaciones de propiedad existentes. Para poder llegar con un mensaje a grandes masas de electores, es necesario contar con medios de comunicación importantes. Una de las características del proceso de concentración de la riqueza y el poder inaugurado con la dictadura militar y continuado con los gobiernos de Menem y De La Rúa, fue la entrega de los medios de comunicación más importantes a grandes grupos económicos que tienen la posibilidad de impulsar e imponer uno u otro tema, uno u otro candidato. En lo que hace a la propaganda electoral, la gran disponibilidad de recursos económicos por parte de las fuerzas políticas que defienden los intereses de los poderosos, hacen muy desventajosa la lucha de las expresiones políticas que pretendan ser consecuentemente leales a los trabajadores y los oprimidos.Y, cuando, a pesar de todo, los partidos políticos de la clase trabajadora (o simplemente más permeables a los intereses de ésta) han recibido una gran votación, se recurre a prácticas más desembozadamente antidemocráticas: El fraude contra el radicalismo entre los golpes de 1930 y 1943, la proscripción del peronismo entre 1955 y 1973, el asesinato por la triple A de los militantes del peronismo revolucionario, desde mediados de 1973; el golpe de Estado contra el gobierno constitucional de Salvador Allende en Chile en 1973; los miles de asesinatos de militantes de la Unión Patriótica en Colombia en la década de 1980; los intentos de golpe contra Chávez en Venezuela, etc.La clase dirigente hice todo lo posible para que usted pueda votar solamente por los representantes patronales. Y en lo que va corrido de la historia independiente de Argentina, siempre hemos tenido en las posiciones claves del gobierno a representantes patronales. Siempre la clase dirigente ha tenido en sus manos el gobierno. Todos los gobiernos que hemos tenido han diferido muy poco en su actitud básica hacia el sistema de relaciones derivado de la propiedad privada. Claro es que existen diferencias de detalle. Un partido o persona opina esto; el otro, aquello, pero nunca ha existido divergencia en cuestiones fundamentales.La libertad de elección que hemos .tenido hasta la techa, ha sido principalmente la libertad de elegir qué representante particular de la clase capitalista nos confeccionará las leyes en el Congreso, o quién defenderá desde la Presidencia de la República los intereses de la clase capitalista.La ligazón que existe entre los hombres que hacen las leyes y los hombres cuyos intereses sirven estas leyes, es tan estrecha, que no cabe ninguna duda acerca de la relación entre el Estado y la clase dirigente. Y esto, no solamente en Argentina.En los Estados Unidos, que tanto se jacta de su democracia, las leyes y el gobierno sirven también primordialmente a la clase capitalista. Uno de los más grandes Presidentes que ha tenido ese país, Woodrow Wilson, dice algunas cosas que sirven para disipar la idea de que la clase que dirige económicamente no es también la que dirige políticamente."Supongamos que Ud. vaya a Washington y trate de hacerse oír por el gobierno. Siempre se encontrará Ud. con que, mientras es diplomáticamente escuchado, los hombres con que realmente está hablando son los representantes de los grandes banqueros, los grandes industriales, los grandes amos del comercio, los jefes de las corporaciones ferroviarias y de las compañías de navegación. Los amos del gobierno de los Estados Unidos son el conjunto de grandes capitalistas e industriales de los Estados Unidos".Esta declaración, muy reveladora, fue publicada en 1913 en un libro de Woodrow Wilson. Y el autor estaba en condiciones de saber lo que decía: En ese momento era el Presidente de los Estados Unidos. Surge la pregunta: Sí la maquinaria del Estado es controlada por la clase capitalista y funciona en su propio interés. Entonces ¿cómo es que sucede que de cuando en cuando se promulguen leyes que benefician algo al pueblo y limitan el poder de los capitalistas?El Estado suele actuar en favor de los humildes y en contra de los propietarios, cuando es forzado a hacerlo. Cederá en este u otro punto particular en conflicto, debido a que la presión de la clase trabajadora es tan grande, que se ve obligado a hacer concesiones, so pena de que la "ley y el orden" corran peligro, o, peor todavía (desde el punto de vista de la clase dirigente), que estalle un movimiento revolucionario. Pero la cuestión fundamental que hay que recordar es que las concesiones logradas en esos períodos, se hacen dentro del sistema de relaciones de propiedad vigentes. El marco del sistema capitalista mismo queda intacto. Es solamente dentro de ese marco donde se hacen concesiones. El objetivo de la clase dirigente es ceder en alguna parte, a fin de salvar el todo.Todos los avances que la clase trabajadora consiguió durante gobiernos progresistas como los de Irigoyen y Perón —y no deben subestimarse—, no cambiaron el sistema basado en la propiedad privada de los medios de producción. No significaron el predominio de la clase trabajadora sobre la clase explotadora. Cuando estos movimientos políticos fueron derrocados o doblegados a los intereses del poder tradicional, los grandes capitalistas y terratenientes permanecían en sus posiciones acostumbradas y los trabajadores en las suyas.Puesto que el Estado es el instrumento a través del cual una clase establece y mantiene su dominio sobre la otra clase, no puede, existir una libertad verdadera para la mayoría oprimida.
Puede concederse un mayor o menor grado de libertad, depende de las circunstancias. Pero en último análisis las palabras "libertad" y "Estado" no pueden ser asociadas en una sociedad dividida en clases.El Estado existe para imponer las decisiones de la clase que controla el gobierno. En la sociedad capitalista el Estado impone las decisiones de la clase capitalista. Estas decisiones están dirigidas a mantener el sistema capitalista en el cual la clase trabajadora debe trabajar para servir a los dueños de los medios de producción.

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