lunes, 3 de marzo de 2008

PRINCIPIOS ELEMENTALESDEL SOCIALISMO II Parte


Leo Huberman


LA ACUSACIÓN SOCIALISTA DEL CAPITALISMO 9.— El Capitalismo es Destructivo e Ineficiente El aumento de la potencia del hombre para producir debería haber resultado en la abolición de las privaciones y de la miseria. Pero no ha sido ése el resultado, ni siquiera en los Estados Unidos, el país capitalista más avanzado y rico del mundo.En los Estados Unidos, así como en cualquier otro país capitalista, incluída naturalmente la Argentina, existe hambre en medio de la abundancia, pobreza extrema en medio de la riqueza.Tiene que existir algo fundamentalmente malo en un sistema económico caracterizado por tales contradicciones.Efectivamente, algo anda mal. El sistema capitalista es ineficiente y destructivo, irracional e injusto.Es ineficiente y destructivo porque aún en aquellos años en que funciona en su mejor forma, una cuarta parte de su mecanismo productivo permanece ocioso.Es ineficiente y destructivo porque periódicamente está en crisis, en inflación o en deflación. Y cuando llega la crisis, no ya un cuarto, sino más de la mitad de la capacidad productiva se paraliza. En la crisis de 1930 la miseria más espantosa se paseaba por los EEUU y, en mayor o menor medida, los demás países capitalistas. Todos estamos familiarizados con la inflación y con la cesantía periódica. En la Argentina, al año 2002 marcó el punto más profundo de la última crisis. Apenas una más en el largo listado de nuestro país, y del resto del mundo capitalista. El sistema capitalista es ineficiente y destructivo porque es incapaz de dar trabajo útil a todos los hombres y mujeres que lo desean, en tanto que; al mismo tiempo, permite que miles de personas, física y mentalmente sanas, vivan sin haber trabajado jamás. Es incapaz de desarrollar los recursos del país, aprovechando la totalidad del potencial humano; es incapaz de resolver la contradicción de que en tanto existen tierras ociosas, existen campesinos sin tierras.Es ineficiente y destructivo porque ocupa un exceso de vendedores, distribuidores, agentes de publicidad y así, por el estilo; que no trabajan en un proceso productivo y distributivo sano; sino en una competencia y riña insana para que algunos compren el dentífrico A en lugar del B, para que compren este jabón en lugar de aquél.Es ineficiente y destructivo porque destina muchos hombres y materiales a la producción de los más extravagantes bienes de lujo, al mismo tiempo que no produce los bienes más elementales para la vida del pueblo.Es ineficiente y destructivo porque en su delirio por aumentar los precios y las ganancias, en lugar de satisfacer las necesidades humanas, permite la destrucción deliberada de las cosechas y de los bienes en general, por ejemplo, cuando sus precios bajan “demasiado”.Por último, es ineficiente y destructivo, porque periódicamente conduce a las guerras implacables que destruyen todo el trabajo de millones de obreros, así como la vida misma del hombre.Esta ineficiencia y destrucción no es un mero desliz que pueda corregirse, sino que forma parte de la naturaleza del sistema capitalista, que no terminará sino cuando el sistema capitalista sea abolido en toda la Tierra.Mientras más desarrollado se encuentre un país capitalista, más se acentúan los males señalados. Durante la depresión del año 1930 hubo momentos, en los Estados Unidos, en que más de 15 millones de hombres estaban cesantes; querían trabajar y no encontraban dónde o se morían de hambre o iban de casa en casa pidiendo limosna, o hacían cualquier cosa para sobrevivir. Hombres, mujeres y niños, en todas las ciudades, formaban enormes colas en las panaderías.Al mismo tiempo que estos millones de desdichados seres humanos necesitaban urgentemente una oportunidad para ganarse lo indispensable para vivir, otros hombres y mujeres, mejor colocados, que nunca habían trabajado antes, ni querían hacerlo, vivían en el confort y el lujo, aprovechándose de su propiedad sobre los medios de producción. Podían vivir en una vergonzosa ociosidad porque el sistema capitalista estaba hecho para permitirles a ellos recibir una renta de sus fábricas que ni siquiera conocían. La pobreza de los muchos que querían trabajar y no podían, se hacía todavía más humillante, porque las riquezas de los pocos se estaban ganando sin trabajar.Cuando el sistema capitalista se ve enfrentado a estas crisis profundas, saca a relucir su conocido plan para resolver el problema.El problema consiste en la miseria dentro de la abundancia. El plan capitalista consiste en abolir la abundancia.A las papas se les arrojó parafina, a fin de inutilizarlas para el consumo humano; en el Brasil, la cosecha de café se quemó en las locomotoras; en otras partes, la leche se echó a los ríos; la fruta se dejó podrir en los árboles.Esta aparente insanidad no es cosa tan de locos como a primera vista parece, por lo menos en el sistema capitalista. En una economía que no tiene la más mínima preocupación de alimentar al pueblo, las papas, el café, la leche, la fruta que el pueblo necesita; en una economía preocupada solamente de elevar al máximo los precios y las ganancias, la restricción de la oferta suele ser el mejor medio de conseguirlo.Pero el derroche más grande del capitalismo es la guerra.Debido a que la economía capitalista funciona muy dificultosamente en condiciones pacíficas, los capitalistas consiguen reavivar la actividad mediante el armamentismo y la guerra. En la guerra, y solamente en la guerra, consigue el capitalismo darles trabajo a sus millones de cesantes, utilizar las máquinas, los materiales, hacer trabajar a todo vapor a la economía.¿Pero cuál es el precio de esta actividad? La destrucción más espantosa. La destrucción de las esperanzas y sueños de millones de seres humanos; la destrucción de miles de escuelas, hospitales, ferrocarriles, puentes, puertos, minas, plantas eléctricas, destrucción de miles de kilómetros cuadrados de cosechas y bosques.Es imposible contar las agonías de los heridos, los sufrimientos los mutilados, e inválidos. Pero sabemos algo respecto al costo monetario de la guerra. Podemos calcular el monto de la destrucción en términos de dólares y pesos. Las cifras indican, fuera de toda duda, que el despilfarro más grande del sistema capitalista es la guerra.La primera guerra mundial costó 200 mil millones de dólares lo suficiente para haberle regalado una buena casa habitación y un pedazo de terreno a cada familia de los Estados Unidos, de Inglaterra. Bélgica, Francia. Austria, Hungría, Alemania e Italia", "...con ese dinero habríamos tenido para financiar todos los hospitales de Estados Unidos por 200 años. Podríamos haber financiado todas las escuelas públicas de los Estados Unidos, por 80 años...".La segunda guerra mundial le costó a la humanidad más de un billón de dólares, más de cinco veces el costo de la primera gran guerra.La guerra del Golfo (1991), costó u$s 58.000 millones, y antes de invadir Irak en 2003, EEUU había hecho un cálculo de entre u$s 100.000 y 200.000, pero consideraba que los beneficios económicos para los capitalistas norteamericanos serían mayores, por lo cual era buen negocio.[8]De ninguna otra manera puede ilustrarse mejor el despilfarro gigantesco del sistema capitalista que en la guerra y el armamentismo. 10.- El Capitalismo es Irracional El sistema capitalista es irracional. Se basa en la premisa que el interés de los capitalistas es el interés de la Nación. Que basta dejar libres a los individuos para que extraigan las ganancias máximas, para que toda la sociedad esté mejor; que la mejor forma de hacer las cosas es dar mano libre a los capitalistas para que hagan tantas ganancias como sea posible, y que, como subproducto del proceso de nacer cosas, las necesidades serán satisfechas.Esta proposición es definitivamente inexacta. A medida que los monopolios empiezan a dominar la economía, reemplazando toda suerte de competencia, la afirmación es menos y menos verdadera. Los intereses de la empresa capitalista pueden o no coincidir con los intereses de la sociedad. Como regla general, con frecuencia están en pugna.El sistema capitalista es irracional, porque en lugar de basar la producción en las necesidades de todos, basa la producción en el afán de lucro de unos pocos.El sistema capitalista es irracional, porque en lugar de aplicar el sentido común ligando directamente la producción a las necesidades, usa el método moderno de ligar la producción a la ganancia, en la vaga esperanza de que en ningún punto coinciden las necesidades con la producción.Todavía más, surge una cuestión muy seria, que impide la convivencia democrática, debido a que un grupo de monopolios tiene en sus manos el poder de decidir, completamente por cuenta propia, y en su propio interés, si las necesidades de la Nación han de ser satisfechas y a que precio. No tiene nada de exagerado decir que en un país donde el pueblo no controla la economía en su propio interés, la democracia económica es suplantada por Ja dictadura económica.Esta dictadura económica, tan peligrosa para el bienestar del país, se acentúa mucho más en tiempos en que arrecian las dificultades económicas, sin ninguna consideración por la suerte del país. Los dictadores económicos insisten en entregar las riquezas del país a los monopolios extranjeros y en saquear al máximo las fuerzas de trabajo del asalariado. Cuando se acerca la crisis, los monopolios se resisten a producir, al menos, en otros términos que los que ellos impongan.Esto se observó con claridad en Argentina, en los meses previos al fin de la convertibilidad (2001), cuando en medio de una prolongada recesión que habría requerido activar la inversión y el consumo, los sectores más ricos de la población, en cuyas manos estaba esta posibilidad, se dedicaron en cambio a fugar su dinero del país apresuradamente.Ellos controlan los recursos naturales, el dinero, ocupan todas las posiciones estratégicas en la estructura económica, son dueños de las fábricas y equipos.En ninguna forma se observa mejor la irracionalidad del sistema que en la falta de un plan: Dentro de una empresa existe un sistema, organización, planificación; pero en las relaciones de esta empresa con otra no existe ningún sistema, ninguna organización, ninguna, planificación, sino simplemente la anarquía.El bienestar de la Nación puede alcanzarse mejor, nos aseguran los monopolistas, no mediante una cuidadosa planificación para este fin, sino que permitiendo a los capitalistas individuales decidir qué les conviene más, en la esperanza de que la suma de todas estas decisiones individuales traerá el bien a la comunidad.Esto, sencillamente, no convence a nadie.El sistema capitalista es también irracional, por cuanto significa la división de la sociedad en clases antagónicas. En lugar de "una nación, indivisible, con libertad y justicia para todos", el capitalismo, por su naturaleza misma, crea dos naciones, divisibles, con libertad y justicia para una clase y opresión e injusticia para la otra. En lugar de una comunidad unificada, con todo el pueblo viviendo en hermandad y en amistad, el sistema capitalista provoca una comunidad desunida, con una clase que trabaja y otra clase rica, cada una combatiendo a la otra por una mayor participación en la renta nacional.La renta de la clase rica, las ganancias, se miran como una cosa buena, puesto que el propósito de la industria es hacer ganancias; la renta de la clase trabajadora, los salarios, se mira como una cosa mala, por cuanto recortan las ganancias (se habla del “costo laboral”). Pese a la palabrería acerca de la "teoría de los salarios altos", ese es el quid del asunto. Las ganancias son consideradas como un positivo bien y deben agrandarse hasta donde se pueda; los salarios son considerados como un mal que hay que reducirlo al mínimo, a fin de bajar los costos.La insuficiencia del poder de compra de los trabajadores, resultante de lo anterior, lleva al estancamiento y a la crisis. Puede haber producción, pero no hay quien la compre. ¿Puede un sistema económico ser más ilógico?Otra irracionalidad que surge del apetito de ganancia, como la fuerza motriz del desarrollo capitalista, es el trastoque de los valores por los cuales vive el hombre.¿Cuál es la guía para conducirse en la sociedad capitalista?Depende.En el mundo de los negocios, impera la dura ley del dinero, nada de contemplaciones cristianas con el vecino: La negociación astuta y envenenada, poner al rival contra la pared y golpearlo hasta aplastarlo; no importa nada como consiguió Ud la riqueza, eso se olvida, pronto —la cuestión es que mientras más riqueza tenga Ud., más hombre de éxito seria considerado.En el mundo de la familia y las amistades, en el mundo de la religión, prevalecen otros estándares. En lugar de competencia y lucha implacable, se habla de cooperación; en lugar del odio, el amor; en lugar de agarrar cuanto se pueda para uno mismo, se habla de servir a los demás; en lugar de encaramarse sobre las espaldas de otro para surgir, se dice que hay que ayudar al colega; en vez de la pregunta ¿cuánto me tocará a mí, se recomienda preguntar ¿tendrán lo suficiente los otros?; en lugar de la codicia de riqueza, se sermonea con servir a los demás.Dos escalas de valores. Una para los negocios, para la vida práctica. Otra para la vida privada, para las sobremesas. Tan diferentes una de otra, como el día de la noche. Esta es la profunda hipocresía de la sociedad capitalista. 11.— El Capitalismo es Injusto El sistema capitalista es injusto.Y tiene que ser injusto porque su piedra fundamental es la desigualdad.Las mejores cosas para la vida que se producen todos los días, en este país, forman una corriente permanente que va a parar a manos de una clase reducida, rica y privilegiada; pero el fantasma de la cesantía, la pobreza degradante, la desigualdad de oportunidades son para la clase pobre, la más numerosa, la que no tiene privilegios.Este es un resultado de la propiedad privada de los medios de producción, la base del sistema capitalista. Otro resultado importante es la desigualdad de libertad personal entre aquellos que poseen medios de producción y los que no los tienen.El trabajador, en teoría, es una persona "libre" que puede hacer lo que se le venga en gana. En la práctica sin embargo, esta libertad está severamente limitada. El trabajador es libre solamente para aceptar los términos opresivos que le ofrece el patrón : Si no los acepta, se muere de hambre.Esto pasa no solamente aquí en Argentina. Lo mismo ocurre en todos los países capitalistas, inclusive en los Estados Unidos, pese a todas las mentiras de la propaganda.La estructura del sistema capitalista es tal, que siempre la mayoría del pueblo se encuentra en un estado indigente, necesitado, y por lo tanto no son libres. Los obreros poseen solamente sus dos manos. Deben comer hoy día con lo que ganaron ayer; antes de los cuarenta años son considerados "demasiado viejos" para trabajar en las mejores industrias; los trabajadores están siempre sujetos a la angustia de perder el empleo.Otra injusticia del sistema capitalista es que él tolera la existencia de una clase parasitaria que, lejos de estar avergonzada de vivir sin trabajar, se enorgullece de ello. Los defensores del sistema capitalista argumentan que aún cuando estos parásitos están ociosos, su dinero no lo está, y que la ganancia que extraen del obrero no es más que la recompensa "por el riesgo" de ese capital.Muy bien. Pero mientras los parásitos arriesgan su dinero, los trabajadores arriesgan su vida.
¿Cuál es la magnitud de los riesgos a que están expuestos los trabajadores? Las cifras son en verdad escalofriantes. No pasa una hora sin que un trabajador argentino no caiga herido, inválido o muerto, todos los días del año, todas las semanas, todos los meses. La mayoría de estos accidentes son evitables, como lo muestra el hecho que un trabajador argentino tiene 120 más posibilidades de morir en accidentes de trabajo que un obrero en Francia[9], país donde el nivel de lucha y de organización social y política de los trabajadores ha obligado a los capitalistas a adoptar medidas de seguridad laboral que también se podrían aplicar aquí, si existiera la voluntad de hacerlo.¿Y cuál es la recompensa que recibe el trabajador por los riesgos a que se expone?
Mientras el presidente de una compañía cualquiera, gana grandes salarios sin estar sometido a ningún riesgo, un obrero de la misma compañía, con años de trabajo, generalmente está por debajo de la línea de pobreza.Pero el presidente de la Compañía tiene, por lo menos el mérito de ir a la oficina, aunque sea como figura decorativa. Por lo menos pronuncia discursos. Pero, ¿qué pasa con aquellos que heredan una fortuna y jamás tienen necesidad de trabajar?Es necesario tener claridad respecto a la significación de la herencia en el sistema capitalista. Cuando un hombre hereda cien millones de pesos, éstos no significan una simple suma de dinero de la cual se va sacando todos los días hasta que no queda nada. De ninguna manera es éste el significado.Supongamos, por ejemplo, que la herencia la recibe una persona en forma de un fundo. Los fundos se arriendan, digamos, por una renta igual al quince por ciento de su valor total. Esta significa qué por el simple hecho de recibir una herencia de cien millones, una persona puede tener una renta de quince millones de pesos por año.Y ésto sin hacer absolutamente nada, excepto recibir todos los años el dinero del arrendatario.En otras palabras, de la riqueza que se produce en el país año tras año, hay que separar 15 millones de pesos para los bolsillos del heredero del fundo. Éste gasta 15 millones este año, 15 millones el año siguiente y el subsiguiente. Cuando llega a viejo, muere, y su hijo hereda nuevamente el fundo. El hijo recibe 15 millones todos los años, y los gasta. Hasta que muere, y deja el fundo a su hijo... y así sucesivamente. ¡Y después de generaciones de estar gastando 15 millones cada año, la fortuna todavía está intacta! ¿Quién puede comerse la torta sin que se le acabe? Ya lo sabe usted. Ni el hombre que heredó el fundo, ni su hijo, nieto o bisnieto han tenido necesidad de trabajar el suelo. La propiedad de los medios de producción, en este caso la tierra, los ha convertido en parásitos que viven del trabajo de los demás.Un argumento usual de quienes defienden los “derechos” de los capitalistas es mostrar casos de individuos, hoy muy ricos, que “se han hecho” y han hecho su fortuna “desde abajo”, con su propio trabajo y esfuerzo. Es cierto que existen casos así, si bien son excepcionales, porque la inmensa mayoría de los trabajadores más esforzados, capaces y honestos, jamás llegan a acumular grandes capitales. Por otra parte, ningún individuo, por trabajador y capaz que sea, logra únicamente con su propio esfuerzo, reunir riquezas de una magnitud tal que lo ubiquen en el segmento de los privilegiados que dominan la vida de las sociedades capitalistas.Baste como ejemplo, el caso de Bill Gates –considerado hoy el hombre más rico del mundo- que muchos creen que amasó su fortuna por su gran habilidad para desarrollar software novedoso. En realidad solamente muy pocos de sus primeros pasos tuvieron que ver con sus propios desarrollos, sino que su gran ambición y habilidad para apropiarse (“legalmente”) de aportes ajenos fueron los que le permitieron trepar el resto de la escalera.Estos “self-made men” (hombres hechos por sí mismos) habitualmente construyen un pequeño capital inicial con su propio esfuerzo, pero luego, una vez dueños de una cierta cantidad de medios de producción, es la explotación de sus trabajadores la que les permite multiplicar ese capital inicial.Además, como en realidad la plusvalía no es producida y apropiada aisladamente en cada fábrica, sino conjuntamente en todo un mercado capitalista, y redistribuída luego entre los capitalistas[10], los burgueses que más rápidamente reproducen su capital son los más hábiles en “negocios” y triquiñuelas (a veces “legales”, otras no), que les permitan apropiarse del producto excedente generado por los obreros de otras empresas, es decir explotar a trabajadores de otras fábricas, con los cuales no tiene aparentemente, relación.Los juegos especulativos en la Bolsa, con acciones y títulos, son un ejemplo claro de esto: El especulador que se enriquece súbitamente por una suba de la cotización de sus acciones no obtiene riqueza caída del cielo. En algún punto del sistema hay trabajadores que la han producido y han sido privadas de ella. Todo muy legal, ya aún “legítimo”, para las leyes del Estado burgués.Otra injusticia grosera del sistema capitalista es la desigualdad de oportunidades. Un niño nace en la modesta casa de un obrero que gana, y al mismo tiempo, en el mismo día, nace otro niño en la casa de un millonario. ¿Tienen los dos niños los mismos derechos y oportunidades? ¿Es de la misma calidad el alimentó, la ropa, la habitación de uno y otro? ¿Es similar el cuidado médico, la recreación y la educación que reciben? No sirve de nada responder que Argentina es un país de oportunidades para todos, y que el hijo del trabajador puede surgir por su cuenta. La habilidad e inteligencia ayudan algo; la posición social, la cuna, la riqueza, es lo decisivo. Esto no quiere decir que con habilidad, energía y buena suerte el niño pobre no pueda llegar a ser rico. Puede. Pero las posibilidades para los pobres, como clase, de ser más de lo que son hoy día, de elevarse socialmente, fueron siempre muy precarias, y van disminuyendo día tras día. Muchos estudios demuestran que en los hogares pobres, a causa de la desnutrición como factor central, el desarrollo intelectual de los niños está por debajo del promedio. Donde faltan oportunidades, no es suficiente tener habilidad, y nadie duda que faltan oportunidades. Por ejemplo, una de las oportunidades es la educación. Pero igualdad de oportunidades de educarse no existen en Argentina. Cientos de miles de niños están condenados a la ignorancia todos los años. Otros cientos de miles apenas llegan a las primeras letras. De la desigualdad de oportunidades económicas, mejor no hablar. En un sistema donde el motivo principal de la producción de bienes es obtener ganancias, es inevitable que la ganancia sea considerada lo más importante. Más importante que la vida. Y, efectivamente, es así. Los mineros del carbón saben perfectamente que es así. Los obreros de la construcción, también. Todos lo saben. Lo mismo pasa en todos los países capitalistas, inclusive en Estados Unidos, pese a la propaganda.Aquí tenemos un ejemplo tomado al azar:El 25 de marzo de 1947 hubo una explosión en la mina de carbón Centralia, en los Estados Unidos, en la cual murieron 111 obreros. Estos obreros no tenían por qué morir. Los administradores de la mina sabían que había peligro, por cuanto los inspectores federales y estatales escribieron un informe, advirtiendo a la gerencia de la empresa. El Gobernador del Estado de Illinois, sabía que existía peligro en la mina.Y el Gobernador Dwight Creen lo sabia, porque el 9 de marzo de 1949 recibió una carta de los dirigentes del Sindicato Unido de Trabajadores Mineros, Local No. 52, en que, a pedido de los mineros se escribía. "... Gobernador Green, este es un llamado de auxilio que hacemos a usted, para que por favor salve nuestras vidas, para que obligue a la empresa a poner en práctica las leyes en la Mina No. 5, de la Centralia Coal Co.... antes que tengamos una explosión de gas en esta mina, como la que acaba de suceder en Kentucky y en West Virginia... ". Un año más tarde, tres de los cuatro hombres que firmaron la carta estaban muertos. Muertos en la misma explosión de la cual habían rogado al Gobernador que los salvara.Un comité de investigación gubernativo —naturalmente después de la explosión— le preguntó al gerente de la mina, William H. Brown, por qué no habían instalado un sistema de aspersión.Brown respondió: "Sinceramente creíamos que el sistema no resultaba económico para nuestra mina".—¿Quiere decir usted que no quisieron incurrir en mayoresgastos?—Precisamente eso —respondió Brown, el representante de lospatrones,Dólares versus vidas... y los dólares se impusieron ... 12.— El Capitalismo es una amenaza para el Medio Ambiente Un sistema económico cuyo objetivo es el máximo lucro de las empresasse resistirá al máximo a tomar recaudos para que la producción y la economía en general funcionen de manera sustentable, es decir de modo de tomar los recaudos para que los daños y las alteraciones generados en el medio ambiente, no terminen socavando a la larga las bases materiales (esencialmente el soporte natural), sobre el que descansa ese mismo sistema económico.El capitalismo funciona prácticamente por definición oliendo y evaluando la ganancia inmediata y no los intereses del conjunto social a largo plazo. Cualquier régimen que ignore o minimice la planificación se estructura en torno del cortoplacismo.Por ello los bosques naturales han sido eliminados ya en su casi totalidad en algunos continentes, y su destrucción avanza a ritmo sostenido en otros. En Argentina y Brasil, por ejemplo, la expansión de la frontera agrícola (especialmente con la alta rentabilidad de la soja), están amenazando con la desaparición de selvas y montes enteros.En tanto la tierra y otros medios de producción estén en manos privadas y sean éstas las que tomen las decisiones sobre qué uso dar a un campo, no puede pedírsele a los dueños que renuncien a las altas ganancias de los cultivos de moda en aras de preservar la vegetación natural. Éste es un objetivo social, pero no individual, sólo la sociedad en su conjunto (a través de un Estado popular) puede priorizar el objetivo de la preservación del medio ambiente.Por otra parte, el dueño de un campo que renunciara al desmonte en aras de objetivos ecológicos, teniendo la posibilidad de remplazar el monte por cultivos de alta rentabilidad, haría el papel de tonto frente a sus vecinos que no vacilarían en optar por el camino más redituable. A la larga, el “tonto” (y si no él sus herederos) terminarían cediendo ante la presión de tener que pagar impuestos por campos sin ganancias.Existen muchos otros caminos por los cuales el capitalismo amenaza la subsistencia de la vida humana sobre la Tierra, destruyendo su base material. La emisión de los gases de efecto invernadero, principalmente por la quema de combustibles fósiles (carbón, petróleo y gas), está devolviendo hoy a la atmósfera en un año, en la forma de dióxido de carbono, el carbono que se fijó allí a lo largo de un millón de años (por la fosilización de plantas y animales en la prehistoria).Este cambio en la composición de nuestra atmósfera está generando un calentamiento del planeta que viene acarreando el derretimiento de hielos polares y otros, y el aumento del nivel de los mares, amenazando la existencia de islas (incluidos países enteros) y poblaciones costeras. El aumento de acidez de los mares, otro resultado del mismo fenómeno, amenaza especies enteras.[11] Además existen predicciones científicas de más de diez o veinte años, en el sentido que también sobrevendrían fenómenos meteorológicos violentos (huracanes, inundaciones, etc), con mayor frecuencia, lo cual también ha comenzado a verificarse.Nada de esto, sin embargo preocupa a los capitalistas tanto como la reducción de ganancias que acarrearían medidas como reformas económicas para limitar las emisiones de esos gases (dióxido de carbono, metano y otros), o un reemplazo de los combustibles fósiles por energías renovables. En la mayoría de los países, ni siquiera está en discusión gravar a esos combustibles para pagar los sistemas de salud que luego los Estados deben costear para atender las enfermedades respiratorias y otras originadas por la combustión esos mismos combustibles.El país más comprometido con la preservación y desarrollo del capitalismo, y también el principal responsable de las emisiones de esos gases, los EEUU, se ha negado a ratificar el Protocolo de Kyoto, acuerdo mundial para tratar de desacelerar estos procesos nefastos. 13.— El Capitalismo está en su ocaso El capitalismo está ya maduro para su cambio.Y el nuevo sistema que lo reemplazará no puede "hacerse a la orden". Tendrá que surgir y crecer del viejo sistema; tal como el capitalismo surgió del feudalismo. Dentro de la misma sociedad capitalista debemos buscar los gérmenes del nuevo sistema social.El capitalismo transformó la producción, de un proceso individual, en uno colectivo. En los viejos tiempos, los bienes eran producidos por artesanos individuales que trabajaban con sus propias herramientas en sus propios talleres; hoy día, la gran masa de los productos es producida por miles de trabajadores que laboran en conjunto, en complicadas maquinarias en las grandes fábricas.Incesantemente el proceso de producción se ha convertido en más y más social, con más y más gente unida entre sí, en fabricas cada vez más grandesEn la sociedad capitalista, las cosas son operadas cooperativamente, pero ellas no pertenecen cooperativamente a las personas que las fabrican. Aquellos que usan la maquinaria no son sus dueños, y los que son sus dueños no las usan.Aquí reside la contradicción fundamental de la sociedad capitalista: en el hecho de que mientras la producción es social —el resultado del trabajo y del esfuerzo colectivo—, la apropiación es privada, individual. Los productos, producidos socialmente, son apropiados no por los productores, sino por los dueños de los medios de producción, los capitalistas.El remedio es claro: hermanar la socialización de la producción con la propiedad social de los medios de producción. La forma de resolver el conflicto entre la producción social y la apropiación privada es llevar adelante el desarrollo del proceso capitalista de producción hasta su conclusión lógica: la propiedad social.Las grandes fábricas en Argentina, los bancos y muchísimas empresas cuyos dueños son los accionistas poderosos que obtienen las ganancias, son administradas por gerentes a quienes se les paga un sueldo para que representen al capital. Pero los verdaderos dueños no tienen nada que preocuparse de su administración.Lo mismo pasa con los grandes fundos que son administrados por personas distintas de sus dueños. La propiedad, que una vez cumplió su función, es ahora parasitaria. Los grandes capitalistas, como clase, ya no son necesarios. Si fueran transportados a la Luna, la producción de sus fábricas no se afectarla en nada, ni por un minuto.La propiedad privada sobre los medios de producción, y la sed de lucro, están condenadas. El capitalismo ya está senil y hace rato que cumplió su papel en la historia. Ahora hay que arrumbarlo junto a los trastos viejos, al lado de la rueca, el arcabuz o la pluma de ganso para escribir; al lado del esclavismo y del feudalismo que lo precedieron.

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