DERROTEMOS LA CAPITULACIÓN
En 1812 se perdió la Primera República: el Generalísimo Francisco de Miranda,
Comandante en Jefe del ejército emancipador, firmó una capitulación frente al representante
opresor Domingo Monteverde. Con esta capitulación se perdió la República y ocurrió la
primera gran traición a los sueños libertarios del pueblo. De esta manera, se instaló desde
los orígenes mismos de la nacionalidad lo que iría a signar la historia de la América Latina:
“Cuando las fuerzas emancipadoras se muestran conciliadoras y confiadas frente a la
opresión, irremediablemente son derrotadas, traicionadas.”
Oigamos a Bolívar, cuando en el Manifiesto de Cartagena enjuicia la caída de la
Primera República e invita a mejorar la conducta de la América, a corregir los vicios y
aprender las lecciones dejadas por esos terribles acontecimientos:
El más consecuente error que cometió Venezuela al presentarse en el teatro
político fue, sin contradicción, la fatal adopción que hizo del sistema tolerante, sistema
improbado como débil y ineficaz, desde entonces, por todo el mundo sensato, y
tenazmente sostenido hasta entonces hasta los últimos períodos, con una ceguedad sin
ejemplo.
Más adelante reafirma la idea, cuando dice:
Al abrigo de esta piadosa doctrina, a cada conspiración sucedía un perdón, y a
cada perdón sucedía otra conspiración que se volvía a perdonar, porqué los gobiernos
liberales deben distinguirse por la clemencia. ¡Clemencia criminal, que contribuyó más
que nada a derribar la máquina que todavía no habíamos enteramente concluido.
Hoy, después de casi doscientos años de patria, aparecen una vez más en el escenario
político nacional los espectros del monteverdismo y de la capitulación, como formas de
truncar los sueños de un pueblo. Los monteverdistas, como abanderados de la restauración
de la IV República, y los conciliadores, haciendo su labor de zapa infiltrados en el campo
revolucionario, pactan solapados por debajo de la mesa la entrega de la Revolución
Bolivariana. Persiguen adulterarla y maniatarla en la negociación, despojarla de su esencia:
el fervor popular y la voluntad de cambio. Plantean una convivencia pacífica antinatural.
La de los expoliadores con los humildes, la de la emancipación con la opresión. Y el precio
de esta convivencia es no profundizar la Revolución, convertirla en una caricatura de sí
misma. Volver al pasado. Ya no hablan de los intereses de los humildes contrapuestos a los
intereses de los oligarcas. Ocultan que la discordia entre los venezolanos no es producto de
la voluntad de algunos, sino de las condiciones de miseria en que viven millones de
venezolanos, y que esta miseria es producto de la apropiación ilícita de la riqueza social por
un puñado de oligarcas privilegiados. Piensan que si le prestan un servicio a los oligarcas
estos los dejarán comer las migajas del banquete y olvidarán su tránsito estruendoso al lado
del Comandante Chávez. Sueñan con volver al pasado y que todos olviden a la Revolución.
Al igual que en 1812 se equivocan al confiar en el opresor. Estos conciliadores
infiltrados de hoy se equivocan cuando pretenden, basados en cálculos egoístas y
personales, buscar soluciones electorales a problemas que están fusionados a la estructura
social de Venezuela y de la América Latina. Son cómplices cuando permiten
conscientemente, pero “bajo un manto supuestamente democrático y jurídico”, la injerencia
del imperio en nuestros asuntos internos. Entregan los sueños más caros de nuestro pueblo,
cuando ingenuamente creen en las buenas intenciones de Gaviria, emisario azucarado de
las oligarquías del continente, que tiene como misión acabar con “el mal ejemplo” del
Comandante Chávez y de la Revolución Bolivariana. Sin embargo, su mayor error es pensar
que es posible regresar a las tinieblas a un pueblo, que ha comenzado a tomar conciencia de
su papel histórico.
Los Revolucionarios Bolivarianos, no podemos permitir que se desvié el esfuerzo de
profundización de la Revolución hacia una legitimación electoral absurda y
anticonstitucional. El Presidente Chávez y el proceso bolivariano son la experiencia política
más legitimada y más democrática en todo el mundo. El problema planteado no es entre
legitimidad y no legitimidad, entre elecciones y Golpe de Estado, sino entre revolución y
contrarrevolución, entre antichavismo y chavismo. Una disyuntiva que difícilmente podrá
ser solucionada en una justa electoral. Es más, si las elecciones son ganadas por la oposición
y no podemos nunca descartar esta perspectiva, en un proceso que tendría lugar en
condiciones sumamente adversas, las elecciones serían aceptadas. Por otro lado, si triunfara
el Presidente Chávez, para ello ya se viene imponiendo por algunos la matriz de fraude y de
inmediato el proceso electoral sería desconocido, con lo que se crearía la justificación para
continuar en la actividad contra la Revolución. Ya se preparan para desconocer las
elecciones que ni siquiera tienen fecha, ya hablan con insolencia de un fraude chavista en
esas hipotéticas elecciones. ¿Hasta cuando un proceso político tiene que legitimarse y
paralizar su actividad de construcción? ¿Hasta cuando y hasta donde resistirá ese pueblo al
que le hemos pedido todo y no acabamos de darle lo prometido? ¿El pueblo aceptará que
sin su consentimiento negociemos cupularmente el mandato constitucional que se nos
otorgó? ¿No estaremos contribuyendo a desmovilizar la Revolución desde arriba?
A nosotros, miembro del gobierno y de la dirección bolivariana el pueblo nos ha dado
un mandato para defender sus sueños, realizar sus anhelos y construir sus utopías, pero no
para desvirtuar el mandato que nos legó o para negociar sus conquistas sin su anuencia.
¡Que nadie piense que tenemos un cheque en blanco! Cualquier proceso que pierda la
brújula, puede perder el favor popular con la misma celeridad con la que lo alcanzó.
Pero, como responsables y dirigentes de esta Revolución Bolivariana, nos corresponde
evitar un baño de sangre a nuestro pueblo. Cada vez somos más tolerantes y posponemos
contradicciones que ya debíamos haber solucionado. Disminuye crecientemente la
autoridad, aumenta la complacencia y el exceso de democracia, que son interpretadas por el
enemigo como debilidad. Todo esto a la larga traerá a nuestro aguerrido y heroico pueblo
confrontaciones mayores y una cuota de sacrificio humano superior al que se quiere evitar.
Este será el momento de responder ante el implacable pase de cuenta del fascismo y frente a
la historia de nuestro pueblo.
No nos engañemos a nosotros mismos, las únicas variantes son revolución o fascismo,
paz revolucionaria o guerra contrarrevolucionaria. Para ello el único camino es profundizar
la revolución con apego a la constitución.
Hoy al igual que en 1812 estamos en una encrucijada histórica: la capitulación frente a
Monteverde, representada en la aceptación de una elecciones aniquiladoras, o, la
continuación de la lucha emancipadora inspirados en el Manifiesto de Cartagena. Hoy
estamos en mejores condiciones que en 1812, tenemos un líder y tenemos un continente que
espera que la espada de Bolívar los vuelva a guiar en la lucha emancipadora, tenemos la
historia para aprender de ella. Estamos seguros que el Comandante Chávez seguirá el
ejemplo de Bolívar, el hombre de las dificultades.
Errores hemos cometido: la impunidad, la falta de una dirección política
revolucionaria, la falta de respuesta a las preguntas cruciales de la revolución, son algunos
de ellos. La actuación de los grupos bolivarianos frente al CNE en el día de hoy fue una
expresión de la falta de dirección y orientación política. ¿Hasta cuando los revolucionarios
aceptarán que sólo ellos sean los reprimidos por su gobierno, con razón o sin razón,
mientras que la oposición es tratada permanentemente con guantes de seda?
Es hora de empezar a subsanarlos los errores y relanzar a la Revolución Bolivariana.
El pueblo espera las órdenes de su dirección para enfrentar al enemigo, dejarlo sólo, en
manos de la capitulación es condenarlo a sucumbir en mil luchas inútiles. Para construir
cualquier sistema u orden político es preciso poner orden y autoridad, sólo con autoridad
podremos hacer todo, sin autoridad nunca estaremos en capacidad de construir nada. Es
por ello que una tarea inmediata es ganar de manera paulatina la autoridad perdida.
En la actualidad es imprescindible ir a la mesa de diálogo, pero de allí ellos deben
salir derrotados como anti-demócratas, por intentar irrespetar el orden institucional vigente.
Es necesario poner a Gaviria entre el respeto a la Constitución y a la democracia (lo que
debe interpretarse como respeto a la Carta Democrática de la OEA) y el irrespeto a la
democracia. Si se trabaja bien ellos mismos levantarán la mesa de diálogo. Este será el
momento para con el aval internacional imponer posturas firmes.
Existe la impresión de que algunas personas con el mejor deseo, pero con
consecuencias muy negativas, están trasladando la matriz de que la Revolución está contra
la pared, de que no tiene otra alternativa que la convocatoria a elecciones y eso no es cierto.
La realidad es que la Revolución tiene una gran fortaleza popular y esto es de fácil
comprobación. También debemos saber existen muchos intereses personales, por lo que
algunos hacen coincidir sus intereses particulares con los electorales, antinacionales.
Finalmente, en los dos actos políticos en los que recientemente debía participar el Presidente
y la asistencia fue muy escasa, hemos comprobado que hubo problemas evidentes de
convocatoria y de organización, los que algunos pretenden explicar por otras vías no
adecuadas.
El pueblo está esperando por las orientaciones de sus líderes. Los bolivarianos
debemos mantenernos unidos y alertas alrededor de los siguientes puntos.
1. Defensa del Comandante Chávez
2. Defensa de la Constitución
3. Unidad cívico-militar revolucionaria.
4. No a las elecciones oligarcas.
5. No a la injerencia de las oligarquías extranjeras
en la política interna
6. Un programa económico de corto y mediano plazo que instrumen te el espíritu de la
Constitución. Vamos con fuerza hacia los cam bios económicos que sustenten a
una sociedad solidaria
y humanista
7. Una Dirección Revolucionaria Nacional
La primera confusión que padecimos en los primeros años de la Revolución bolivariana, fue las
variadas concepciones sobre lo que es una Revolución. Y el entender que esos conceptos de Revolución
se corresponden con una posición ideológica, que a su vez obedece a unos intereses de clases.
En el siguiente trabajo presentado en septiembre del 2002, se resume nuestro parecer sobre la
evolución y las manifestaciones políticas de estas corrientes ideológicas
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