La etapa de la construcción de instrumentos de cambio de la Revolución Bolivariana
Sin ánimos de buscar una periodización estricta podemos afirmar que la etapa
Constitucional y de legitimación electoral concluyó en diciembre del 2000. Desde
entonces, en el mes de enero del 2001 se debió iniciar una fase de construcción de los
instrumentos económicos, políticos, sociales e institucionales que permitieran
implementar los cambios prometidos por la Revolución Bolivariana.
En este punto, es preciso decir que desde el inicio de la segunda etapa de gerencia de la
Revolución Bolivariana, el proceso bolivariano se estancó por distintos factores, entre los
que se encuentran la falta de claridad sobre los objetivos a seguir, las contradicciones
internas entre las distintas tendencias del proceso, así como la labor de zapa del enemigo
interno y externo. La tendencia del miquelenismo, que entonces se consideraba
hegemónica sobre el proceso, obstaculizó lo más posible los cambios necesarios. Se opuso
a la transformación del partido y a la organización de las bases sociales. De ahí su postura
contra el MBR-200 y los Círculos Bolivarianos, pretendió privatizar las pensiones,
controló y manipuló la asamblea con todo tipo de conciliaciones subrepticias con distintos
sectores de oposición, manejando al MVR a su antojo. Es necesario reconocer como un
logro importante de la etapa la salida del miquelenismo con toda la influencia negativa y
el daño que le ocasionó al proceso bolivariano.
Al realizar un balance de esta etapa, que todavía no ha concluido, tenemos que señalar
críticamente lo siguiente: no se transitó y todavía no se acaba de avanzar hacia una
economía productiva que estimule formas de producción colectiva y aumente la
producción de empleos. No se evidencia una concepción clara sobre el rumbo de la
economía y sus estrategias de desarrollo.
En lo político el MVR continuó perdiendo peso específico en la política nacional, lo que
no sólo es expresión de los dirigentes que lo integran, sino de la naturaleza y los objetivos
electorales para los cuales fue diseñada la organización. El Polo Patriótico se extinguió
de manera extemporánea al no poder transitar de una alianza política electoral a una
verdadera alianza política bolivariana. Muchos de sus integrantes fueron mal atendidos
en su calidad de aliados. El Comando de la Revolución, institución que supuestamente lo
sustituye, no acaba de ocupar su papel e incluso se anuncia como una instancia asesora,
cuando lo que se necesita es una dirección colectiva. Su manera de constitución “a dedo”
en ningún caso ayuda a su verdadera representatividad y prestigio entre los distintos
sectores revolucionarios y sociales del país.
Las organizaciones sociales y populares que debían constituirse en verdaderas estructuras
nacionales de movilización y organización del pueblo, no son más que siglas vacías. La
organización de mujeres o la Fuerza Bolivariana de Mujeres no existe, por lo menos no
como una estructura nacional. Ni siquiera tiene una dirección, un local y una estructura
con objetivos claros para el movimiento de mujeres. El movimiento juvenil está en crisis.
Es incomprensible que la Fuerza Bolivariana Juvenil se hubiera creado sin una estructura
y una dirección nacional, sin un programa de trabajo nacional. Sus dirigentes deben ser
jóvenes revolucionarios realmente dedicados a la actividad juvenil. Finalmente, la Fuerza
Bolivariana de los Trabajadores en estos momentos no se sabe si realmente existe. Este
movimiento ha sido uno de los más erráticos. No posee una agenda sindical real. No es
posible que a los sectores obreros, la mayoría de los cuales no están partidizados, sólo se
le plantee un apoyo incondicional a Chávez, cuando es preciso establecer una agenda
sindical bolivariana, que incluya las reivindicaciones históricas de los trabajadores y
permita acercar incluso a los obreros no chavistas. Los dirigentes sindicales deben ser
verdaderos sindicalista y no parlamentarios o funcionarios gubernamentales. Ellos deben
estar en los portones con los obreros, defendiendo sus reivindicaciones y no en
permanentes sesiones parlamentarias, que los alejan de su actividad sindical real y del
reconocimiento de sus bases.
Los Círculos Bolivarianos fueron una excelente iniciativa que ha penetrado el imaginario
popular y cuenta con buen apoyo entre las bases. Pero no debemos exagerar su eficacia
real. Mientras que no se conviertan en una estructura nacional, con dirigentes escogidos
desde la base, con objetivos y programa precisos, una relativa autonomía del partido y no
subordinados al Estado, estos no darán el salto esperado.
Finalmente, es preciso decir que en esta fase se dio un paso de una importancia relevante
que fue la aprobación de las 49 leyes que integran la Ley Habilitante y que para la
oposición constituyó un indicador importante de la disposición de la dirección
bolivariana de avanzar hasta las últimas consecuencias. Esta fase de concreción, signada
por las leyes de la Habilitante, por la reafirmación de la soberanía, la promoción de
bloques regionales; la creación de los instrumentos financieros sociales, determinó el
afloramiento descarnado de las diferencias.
El estancamiento del proceso en generar las estructuras y las transformaciones
económicas, políticas y sociales que requiere la etapa, las contradicciones internas dentro
de la Revolución Bolivariana y la salida del miquelenismo junto a la aprobación de la Ley
Habilitante crearon el caldo de cultivo para la reanimación de la oposición con los
mismos postulados que venía planteando desde el 1999. La derecha, envalentonada por
un creciente apoyo internacional, por los desprendimientos del bolivarianismo y atizados
por la necesidad de impedir a toda costa la concreción de la Revolución, comienza a
movilizarse y aparece con fuerza en la calle. Se presenta bien dirigida y con alta
capacidad de maniobra. Entramos en una fase de alta turbulencia, de crisis profunda, una
etapa de preparación para la confrontación final. En estas etapas las posiciones
ideológicas son determinantes y las fuerzas se agrupan de acuerdo a ellas desechando
otras afinidades. Los bandos en disputa saben que esta en juego el futuro de Venezuela: o
la Revolución avanza, o la restauración triunfa, no hay espacio para las medias tintas.
Esta etapa tiene uno de sus puntos culminante con la crisis de PDVSA, que merece un
documento aparte y de la cual sólo adelantaremos que es el nudo Gordiano político y
económico de Venezuela. El otro punto culminante fue el 11 de abril, cuando las
contradicciones estallaron y adquirieron características violentas. El golpe nos sitúa en
una nueva etapa, ya la oligarquía paso la frontera entre la legalidad y la ilegalidad,
cuando esto ocurre, el camino de la subversión ha quedado abierto y con toda seguridad
será nuevamente transitado; los períodos de calma, son únicamente preparación para la
nueva confrontación que es inevitable.
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