La conducta de los Estados Unidos ante la tragedia de Haití es horripilante. No solo porque es una fechoría ocupar militarmente a un país que está sufriendo un terremoto que aún no cesa, sino porque sabemos que el capitalismo suele resolver sus crisis mediante la guerra. Esas evidencias alimentan un presagio atroz.
Los portaaviones, destructores, bombarderos que Washington decidió despachar, contrastan radicalmente con los equipos de rescate, víveres, ropa, agua potable, médicos, medicinas, carpas, amor y aliento enviados por los demás países. Da escalofrío saber que de ahora en adelante los Estados Unidos entrarán así en cualquier lugar del mundo en donde estimen que pueden irrumpir como río en conuco, sin permiso de nadie, ante la mirada atónita de la humanidad.
En el último año este atorrante Nobel de la Paz ha intensificado la guerra perdida de Afganistán, respaldado el genocidio de Gaza, creado bases de guerra en Colombia y Panamá, bombardeado y amenazado de invasión a Yemen, promovido desórdenes insurreccionales en Irán (¡qué parecido a nuestros chicos nalgas libres!). Y ahora esto de Haití, que añade insulto a la tragedia, porque no sé en qué puede ayudar un destructor con misiles a una persona tapiada.
Como no sea agravar su situación. A Haití le ha salido carísima su valentía de ser la primera república del continente y encima negra. La señal es clara: ser musulmán, indio o negro en este mundo invadido es en sí mismo una tragedia. Cualquier pretexto sirve para recibir bombas, tanques, ser llevado a una cárcel clandestina, torturado, humillado, denigrado, invadido, exterminado.
Basta que un nigeriano denunciado como terrorista haya pasado una temporada en Yemen para que se bombardee a ese país. Y basta sufrir un terremoto para ser elegible para una invasión.
No se cumplieron las normas internacionales elementales de solicitar el permiso del gobierno del país invadido, porque imperio no pide permiso.
La humanidad no solo debe temer el recalentamiento global, el consumismo que lo provoca, la dislocación ética capitalista, sino que ahora cualquier pequeña perturbación puede provocar la instalación de bases militares y una invasión.
Estamos encerrados con una fiera herida y enloquecida.
roberto.hernandez.montoya@gmail.com
Vía: Aporrea
Los portaaviones, destructores, bombarderos que Washington decidió despachar, contrastan radicalmente con los equipos de rescate, víveres, ropa, agua potable, médicos, medicinas, carpas, amor y aliento enviados por los demás países. Da escalofrío saber que de ahora en adelante los Estados Unidos entrarán así en cualquier lugar del mundo en donde estimen que pueden irrumpir como río en conuco, sin permiso de nadie, ante la mirada atónita de la humanidad.
En el último año este atorrante Nobel de la Paz ha intensificado la guerra perdida de Afganistán, respaldado el genocidio de Gaza, creado bases de guerra en Colombia y Panamá, bombardeado y amenazado de invasión a Yemen, promovido desórdenes insurreccionales en Irán (¡qué parecido a nuestros chicos nalgas libres!). Y ahora esto de Haití, que añade insulto a la tragedia, porque no sé en qué puede ayudar un destructor con misiles a una persona tapiada.
Como no sea agravar su situación. A Haití le ha salido carísima su valentía de ser la primera república del continente y encima negra. La señal es clara: ser musulmán, indio o negro en este mundo invadido es en sí mismo una tragedia. Cualquier pretexto sirve para recibir bombas, tanques, ser llevado a una cárcel clandestina, torturado, humillado, denigrado, invadido, exterminado.
Basta que un nigeriano denunciado como terrorista haya pasado una temporada en Yemen para que se bombardee a ese país. Y basta sufrir un terremoto para ser elegible para una invasión.
No se cumplieron las normas internacionales elementales de solicitar el permiso del gobierno del país invadido, porque imperio no pide permiso.
La humanidad no solo debe temer el recalentamiento global, el consumismo que lo provoca, la dislocación ética capitalista, sino que ahora cualquier pequeña perturbación puede provocar la instalación de bases militares y una invasión.
Estamos encerrados con una fiera herida y enloquecida.
roberto.hernandez.montoya@gmail.com
Vía: Aporrea
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