El teatro de confrontación supervivió, pero su marco cambió de contenido doctrinario y de objetivo estratégico. La "nueva izquierda" y la "nueva derecha" ya no combaten desde polos diferenciados y excluyentes ("sistema" y "antisistema"),
el control del Estado capitalista.
Por Manuel Freytas (*)
manuefreytas@iarnoticias.com
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Se trataba entonces de una "guerra entre sistemas", económicos, políticos y militares, diferenciados que se disputaban el planeta dividido en áreas de influencia. Debajo de esa guerra, partidos políticos y organizaciones revolucionarias definían una frontera de guerra de la "derecha" contra la "izquierda", en términos de "defensa del sistema" (la "derecha") o de "cambio del sistema" (la "izquierda").
Consecuentemente, el enfrentamiento era ideológico, económico, político y militar, o sea de naturaleza totalizada y estructural. Debajo del paraguas de la "guerra fría" EEUU-URSS, en Asia, África y América Latina, la "izquierda" peleaba totalizadamente contra la "derecha" que controlaba el poder económico, el poder político y el poder militar, o sea, luchaba para destruir el Estado capitalista y sus instituciones sostenes. Quien ganaba eliminaba al otro, y viceversa.
El marco operativo y estratégico se definía por el objetivo buscado: La izquierda quería eliminar de raíz al sistema capitalista (o sea a la "derecha") de la propiedad privada y sustituirlo por otro sistema de reparto social igualitario y sin explotación del hombre por el hombre. Y la "derecha" quería lo contrario: destruir a la izquierda para preservar al sistema capitalista.
Esta guerra de "sistemas", de la "derecha", -el sistema- contra la "izquierda", -el antisistema- donde se enfrentaban los que querían el "hombre nuevo" de la revolución y los que defendían el statu quo del "hombre viejo" del sistema capitalista, experimentó un cambio cualitativo, un salto transformacional histórico, cuando el capitalismo terminó con el sistema socialista de la URSS en la década del 90.
Colapsado el sistema socialista de la URSS y el esquema del orden mundial "bipolar", el sistema capitalista se licuó en un orden internacional "unipolar" con EEUU como potencia regente. En el vértice del triángulo, terminó la "guerra entre sistemas", y comenzó la era de la "guerra intersistema" con las potencias mundiales compitiendo entre sí por áreas de influencia (geopolítica, militar y económica) y sin romper el ordenamiento internacional del sistema capitalista.
En este nuevo escenario, emergente del fin de la "guerra entre sistemas", la guerra de la "izquierda" contra la "derecha" también experimentó un salto cualitativo y transformacional.
El teatro de confrontación supervivió, pero su marco cambió de contenido doctrinario y de objetivo estratégico. La "nueva izquierda"
y la "nueva derecha" ya no combaten desde polos diferenciados y excluyentes ("sistema" y "antisistema"), sino que disputan una guerra político-ideológica conviviendo dentro de un mismo sistema.
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En el nuevo marco de disputa, "izquierda" y "derecha" ya no son enemigos excluyentes (revolución vs. contrarrevolución), sino rivales políticos-electorales que conviven y compiten por el control del Estado capitalista.
El teatro de confrontación ya no es económico-político-militar, sino ideológico-político-electoral dentro de normas fijadas por la preservación del sistema dominante.
La polarización ideológica, ya no se define por una guerra por el exterminio de uno u de otro ("sistema" vs. "antisistema") sino por una competencia establecida dentro del ordenamiento (y las reglas) de la "gobernabilidad", la "estabilidad" y la "paz social" del sistema capitalista.
La "izquierda" y la "derecha" ya no pelean su guerra en escenarios clandestinos asimétricos de la lucha armada, o en marcos sociales de huelgas y conflictos violentos, sino que lo hacen por medio de movilizaciones pacificas o de procesos electorales enmarcados dentro de la "legalidad" del sistema.
Vaciada de su contenido "antisistema", hoy la izquierda sigue en guerra contra la "derecha", no ya para destruir al Estado capitalista sino para gerenciarlo en su lugar. La "nueva izquierda" revirtió el marco ideológico-doctrinario: Ya no pelea estructuralmente contra la "derecha" para destruir al sistema capitalista, sino para "transformarlo" (reformarlo sin tocar la substancia esencial del sistema de la propiedad privada y de la dominación del hombre por el hombre).
En términos doctrinarios, la "nueva izquierda" (en su expresión gubernamental) ya no lucha contra la "derecha" para sustituir al Estado capitalista, sino que lucha contra la "derecha" para "socializar" el sistema capitalista desde adentro sin tocar sus estructuras históricas de dominio y de poder.
En otras palabras, competir con la "derecha" por la gerenciación política sin destruir el "ordenamiento económico" (sistema económico-productivo controlado por el capital privado), el "ordenamiento político" (Estado capitalista controlado por los grupos y las corporaciones capitalistas) , y el "ordenamiento social" (valores basados en el individualismo y la sociedad de consumo).
Dentro de este nuevo esquema de polarización "izquierda" vs. "derecha", la guerra ya no se define por la "destrucción mutua" asegurada, sino por la búsqueda de una posición dominante dentro del mismo orden económico, político, militar y social establecido.
Terminada la guerra político-electoral, la "izquierda", tanto como la derecha", defienden los mismos valores institucionales del sistema capitalista: "orden democrático", "estado de derecho" y "paz social", como sustentos básicos de la preservación del Estado y de la sociedad capitalista de la propiedad privada.
Y esto, a su vez, explica el nuevo marco de alianzas internacionales. La "nueva izquierda" ya no se apoya en un sistema mundial alternativo al capitalismo (como lo era la Unión Soviética) sino en alianzas internacionales con partidos o gobiernos de "izquierda", tanto de los países imperialistas centrales como del mundo periférico o emergente.
Esta realidad justifica la alianza de la "izquierda gubernamental" latinoamericana con Obama y el Departamento de Estado de EEUU, en contra de la "derecha" hondureña que ejecutó el golpe de Estado con el apoyo de los conservadores de la "derecha" estadounidense.
En su guerra por áreas de influencia dentro del estado capitalista, tanto la "izquierda" como la "derecha" mantienen una coincidencia básica: El sostenimiento del "sistema democrático" como marco de ordenamiento esencial para resolver sus conflictos por el poder interno.
Ambos, "izquierda" y "derecha", coinciden en el rechazo de la "lucha armada" y de los "conflictos violentos", rechazo que el sistema requiere para mantener sus estructuras económicas, políticas y militares sin alteración.
Precisamente, ese "orden" establecido estaba amenazado por la "izquierda antisistema" militarizada de la "guerra fría", y la respuesta a su accionar eran los golpes militares de la "derecha" apoyados por EEUU.
En este nuevo marco de enfrentamiento (fijado por la guerra político-electoral), la "nueva izquierda" (a diferencia de la izquierda de la "guerra fría") ya no lucha contra el Imperio capitalista como totalidad estratégica y funcional, sino que lucha para convertirse en alternativa a la "derecha" de ese mismo sistema.
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En resumen, el sistema capitalista unipolar (con EEUU como potencia regente) no solamente terminó con el conflicto "entre sistemas" a nivel internacional, sino que también terminó con la "izquierda antisistema" integrándola como alternativa de gobierno a sus estructuras de dominación planetaria.
Y ya hay laboratorios experimentales de procesos sociales y políticos con experiencia de gestión de la "nueva izquierda" al frente del Estado capitalista.
En su tesis teórica liminar, la "nueva izquierda" (como expresa Chávez) plantea "socializar" el capitalismo sin guerra militar ni toma del poder, con la misma herramienta (el Estado) que utiliza el capitalismo para hacer lo contrario: Concentrar riqueza y propiedad privada en pocas manos y expulsar a las mayorías a la pobreza y a la exclusión social.
Esta teoría presupone que el sistema capitalista (cuya esencia histórica es la concentración de riqueza en pocas manos) podría de pronto reconvertirse en "socialista" con los multimillonarios renunciando pasivamente a sus fortunas y las corporaciones y bancos trasnacionales repartiendo sus activos y estructuras empresariales entre los que menos tienen.
Y esto implicaría también que EEUU renunciaría a la hegemonía del dólar, clausuraría el templo financiero de Wall Stret y convertiría a sus arsenales, sus bases militares y flotas nucleares en santuarios pacifistas entregándoles el poder a los que quieren transformar el capitalismo en socialismo sin disparar un solo tiro.
A nivel de emergente social, la aplicación de esta tesis en Venezuela ya dio un resultante: La mitad de la sociedad venezolana está con Chávez, y la otra mitad conspira para matarlo o derrocarlo.
Y esto tiene una lectura estratégica: El proceso venezolano (a nivel de acumulación y de salto cualitativo) sólo se va a resolver por medio de un desenlace violento donde Chávez suprima al sistema o el sistema lo suprima a Chávez. Una hipótesis que no encaja dentro los parámetros nivelados por la guerra político-electoral entre "izquierda" y "derecha".
En resumen, en el "nuevo orden" capitalista post guerra fría , la dinámica de los procesos y los actores en pugna son los mismos, pero los objetivos estratégicos cambiaron.
La "izquierda", por un lado, y la "derecha" por otro, continúan en "guerra permanente" no ya por la resolución de un orden internacional de bloques enfrentados como "sistemas" diferenciados (como en la guerra fría URSS-bloque occidental), sino por el control de los gobiernos del sistema capitalista vigente como "mundo único".
Posiblemente, este escenario de las falsas antinomias entre "izquierda" y "derecha" fue lo que descubrió y proyectó el Che Guevara cuando decidió morir solo y empuñando el fusil en la selva boliviana.
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